La paz era un premio difícil de conseguir.
El Duque lo sabía. Piedras Blancas lo sabía. Incluso Luo Fei lo sabía de cierto modo.
La paz que anhelaron durante años, la la con la que soñaron por tanto tiempo finalmente estaba al alcance de su mano. Habían luchado y ganado la pelea que tantas vidas se llevó a lo largo de tantos años. Habían salido victoriosos de una batalla que muchos perdieron antes que ellos. Fue duro y dificil, pero no se rindieron. Lograron lo que deseaban. Fueron capaces de eliminar el malvado ejército del emperador, con ello liberando las tierras de sus abusos. El emperador ya no lastimaria más. No volvería a hacerle daño a nadie.
La victoria, aunque agridulce, debía ser celebrada por todos en Piedras Blancas. Se organizó un banquete como ningún otro y las calles fueron decoradas para celebrar que finalmente tenían paz. Una paz obtenida con sangre y lágrimas.
Luo Fei estaba más feliz que la mayoría. Para él la batalla había sido horrible y sangrienta, pero ahora que tenían paz todo estaría bien. Serían la ciudad hermosa y alegre que Luo Fei tanto adoraba.
El peliblanco estaba muy feliz.
La fiesta se llevaría a cabo en la noche luego de un gran festín que se preparó durante horas. Todos estaban sentados en mesas largas y espaciosas dónde las familias se reunirían al finalizar las ceremonias para los muertos. La sacerdotisa se encargaría de eso. Todos los que cayeron en la batalla serían honrados por la totalidad de Piedras Blancas y sus cuerpos serían enterrados bajo la ciudad, como era tradición. La nieve los tomaría. Y quizás, algún día, los traería de vuelta.
En cuanto a Luo Fei, nadie se atrevía a acercarse. Nadie fuera de Piedras Blancas al menos. Los soldados del duque y aquellos que de algún modo se habían unido al ejército durante la batalla estaban dudosos de si debían acercarse o no. Todos sabían que Luo Fei había muerto, habían visto con sus propios ojos como su cuerpo perdía toda la vida en medio del campo de batalla. Todos lo vieron y después fueron testigos de cómo el peliblanco aparecía lleno de vida tan solo horas después. Nadie podía creerlo.
Fue bastante extraño, en realidad.
Cuando Luo Fei volvió de la muerte nadie lo vio más que el duque. Su esposo lo acunó entre sus brazos y lo abrazó hasta que todo pasó. Algunos, los que alcanzaron a ver parte del proceso, juraban que el duque había llorado como un bebé mientras sostenía a su esposa. Decían que sufrió mucho y que su corazón parecía romperse con cada sollozo que provenía de su cuerpo. Nadie lo admitía en voz alta, pero eran muchos los rumores que circulaban. Que el Duque fuera tan amoroso con su esposa no era secreto, mas verlo llorar y sufrir por su muerte causó una gran sorpresa.
Ahora estaban ahí.
Sentados en la mesa principal. Bueno no sentados. El duque sí estaba sentado. Luo Fei solo estaba sentado encima del duque. Ambos estaban tan cerca como les era posible, sus rostros felices y sus labios nunca muy lejos por más de unos minutos. No podían separarse.
—¡Esposo!— rió Luo Fei, sus manos alrededor del cuello de su esposo mientras el Duque repartía besos a lo largo de su rostro.
Xu Lizhi estaba más cariñoso que nunca.
Desde que Luo Fei despertó, el duque había sido inseparable de su lado. Ambos estaban unidos desde aquel día. Jamás se separaban. Jamás estaban lejos. Jamás pasaban más de unos minutos sin tocarse, aunque sea de manera leve.
Luo Fei soltó una risa muy alta cuando la incipiente barba de su esposo le rozó el cuello, causándole un cosquilleo tan fuerte que no pudo evitar su risa. El peliblanco siguió riéndose, pues su esposo notó su reacción y continuó frotando su rostro contra el cuello del menor. Más y más risas siguieron hasta que Luo Fei no resistió más y se alejó de su esposo, huyendo bajo la mesa para no ser atacado.
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Esposa Forzada.
RomanceLuo Fei es un segundo hijo de la familia Luo. Mimado por sus padres y hermanos desde que era pequeño, el pequeño Luo Fei apenas sabe qué existe tras las puertas de la mansión Luo. Nunca sale, debido a su incomparable inocencia y excepcional belleza...