32: Nuestra casa.

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Luo Fei despertó alrededor del mediodía.

El muchacho sintió la luz solar golpear su mejilla tan pronto mucho antes de eso, pero su cuerpo estaba tan agotado que por una vez ignoró el valor del sol y siguió durmiendo. El sueño lo reclamó con tal fuerza que ni el más fuerte de los ruidos habría sido capaz de despertarlo. Durmió, durmió y durmió hasta que su cuerpo se recompuso lo suficiente para extraerlo del dulce sueño. Aún así, cuando despertó fue atacado en todo su cuerpo por los rastros de todo lo que había hecho su esposo la noche anterior. Mordidas, marcas, moretones, chupones

No había parte de su cuerpo que no doliera. E incluso si no dolía, sentía una inmensa incomodidad.

Todo le dolía.

Luo Fei imaginó que iba a ser doloroso, mas su imaginación no fue capaz de vislumbrar que tan doloroso sería despertar luego de tener relaciones con su esposo. Ni siquiera quería imaginar qué tan hinchado debía estar allá abajo, si el dolor era una indicación.

El peliblanco gimió de dolor cuando intentó ponerse de costado. Por algún motivo se había dormido boca abajo y ahora, enderezarse demostró ser una tarea difícil. Luo Fei estaba tan enojado. No entendía por qué se estaba sintiendo tan mal si en la noche se había sentido tan bien. ¿Cómo algo tan placentero podía dejar secuelas tan dolorosas?

Luo Fei iba a pelear con su esposo cuando lo viera. Aish, no podía ni moverse.

—Estúpido esposo.

Los murmullos no serían escuchados por nadie, así que Luo Fei continuó.

—Tonto esposo. Tonto.

Hasta le dolían los labios.

—Te odio, Xu Lizhi.

¡Quemaría esos libros cuando pudiera!

¡Nunca más volvería a tener sexo!

Luo Fei siguió de malhumor durante un buen rato. El dolor en su cuerpo se sentía tan intenso que la mera idea de caminar o moverse más de un centímetro era aterradora. Luo Fei decidió quedarse inmóvil como un cadáver en la cama. No tenía pensado salir de su recámara ese día. No, podía quedarse acostado hasta que el dolor desapareciera.

Lui Fei olvidó por un instante que estaba en Piedras Blancas y que su cuerpo iba a sanar mucho más rápido de lo que usualmente lo haría. Por eso se sorprendió cuando pudo sentir cómo su cuerpo iba reparando todo lo que estaba mal. Pudo sentir la sangre fluir a través de sus venas, una cálida caricia en todo su cuerpo. Pudo sentir cada palpitar de su corazón, como un leve empujón que sucedía dentro de su pecho. Pudo sentir el aire, invadiendo sus pulmones como agua que cae sobre la piel. Todas estas cosas no se las había imaginado jamás, pero sentirla era tan natural que incluso le asustaba.

¿Cómo podía sentirse tan familiarizado con algo que nunca sintió antes?

Era la magia de Piedras Blancas.

Luo Fei se sintió mejor después de un rato. Mientras sentía cómo su cuerpo sanaba, poco a poco el dolor se fue alejando. Se alejó tanto hasta que finalmente fue solo una molestia.

Casualmente fue en éste momento que su esposo entró a la habitación luciendo temeroso.

El duque esperaba encontrar a un Luo Fei adolorido e irritado. Lo que encontró fue a un brillante Luo Fei que le recibió con una gran sonrisa, sentado en la cama sin una sola prenda de ropa sobre su delicada figura. El duque estaba tan sorprendido que se quedó boquiabierto, cosa que le ganó una risita adorable de parte del pequeño peliblanco.

—Esposo, me siento muy bien.

—¿…Si?

—Sí, ya me cure— dijo Luo Fei alegremente. —Mira, ya no tengo nada. Estoy curado.

Esposa Forzada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora