34: De regreso a la capital.

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Luo Fei no recordaba muy bien el palacio. Aunque en realidad había pasado muy poco tiempo desde el último día en que estuvo allí, su memoria había sido distorsionada por el dolor y miedo que allí vivió. Lo que recordaba del palacio eran sombras y la presencia de su esposo cargada de preocupación. Además de eso recordaba papeles finos y vestidos hermosos. Lugares tan bellos como solitarios.

Luo Fei no quería vivir en un lugar así. Tenía pensado redecorar todo el lugar tan pronto como llegaran si su esposo no se ponía. Bueno, su esposo nunca se oponía a nada de todos modos. Luo Fei ya había pensado en todos los cambios que podía hacer. Las paredes, los pisos, los tapices, los muebles, los innecesarios jarrones de jade y mármol. Incluso estaba pensando en iniciar un jardín de tulipanes, aunque no sabía muy bien dónde podía hacerlo. Tampoco sabía dónde conseguir tulipanes. Eh, se resolvería en su momento.

El viaje de regreso fue mucho más que calmado que el viaje de ida. Luo Fei se estremeció al recordar el miserable estado en el que había viajado junto a su esposo mientras huian del emperador. Ahora que no estaba muriendo de hambre o de miedo, podía apreciar los paisajes como debía.

El imperio era tan hermoso.

Luo Fei supuso que tenia algo que ver con su "regreso de la muerte", pero ahora tenía una habilidad bastante extraña. Podía sentir la vida de modos que antes ni siquiera habría podido imaginar. Podía ver la vida en el aire que respiraba, en la tierra bajo sus pies, en los plantas que pasaban junto a él. Todo tenía vida, de un modo u otro.

La tierra era inmóvil, pero fértil. Si bien por si  sola no parecía valer mucho, en su interior se germinaba la vida de muchas otras especies. Las flores, sacudiéndose con el viento, tenían vida de una manera muy parecida a la vida que veía en las personas. Puede que las flores no hablaran (al menos no para los demás) pero sus pétalos y raíces contaban tantas historias. En los patrones de sus pétalos había vida, tanta vida que desbordaba. En la base de sus raíces había vida también, una vida fuerte y estable que se propagaba hacia el resto. El viento era vida como la respiración lo era. Hmm, es difícil de explicar. El viento ruge, sopla y destruye. Sin embargo el aire lleva rastros, fragmentos de vida que se adhieren a aquel que la respire. Transporta la memoria, en una forma que nadie puede reconocer pero si sentir.

Luo Fei sonrió al ver a Han Jun tomar una fuerte respiración. Podía ver ahora como la vida fluía desde su nariz hacia el resto de su cuerpo, dándole un brillo que segundos antes parecía desgastado.

La vida era tan hermosa.

Era de noche ya. Estaban descansando en una posada a mitad del camino. No era una de las posadas baratas y discretas en las que descansó junto a su esposo durante su huida. Ésta era una posada grande, rica y ostentosa en la que se quedaban personas de alto rango en el imperio. Los habían recibido con reverencias y halagos una vez vieron de quién se trataba. Las noticias viajaban demasiado rápido, además que era muy sencillo descifrar la identidad de Xu Lizhi cuando tenía a su lado a un hermoso muchacho peliblanco (quien todos sabían era su esposa) y un ejército considerable. Su identidad no quedaba a la duda.

Les dieron comida. Habitaciones. El posadero incluso dejó unos líquidos aceitosos en la habitación del Duque y su esposa, aunque claro que no declaró abiertamente el propósito de éstos. Luo Fei se había reído tanto que le dolía el estómago.

Justo ahora estaban cenando, todos juntos. Agradecían que la posada fuera tan grande. De otro modo no habría entrado la pequeña fracción del ejército que se consideraba cercana al duque. Los demás dormían, ya habiendo cenado antes.

¿Qué pasó con todo el asunto de mantenerse ocultos?

Ese plan se fue por el caño cuando descubrieron que los estaban siguiendo. Entonces decidieron tomar ventaja del nuevo estatus del Duque, que ya no era un secreto para nadie de igual manera.

Esposa Forzada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora