Manos.
Labios.
Ojos.
Dientes.
Han Jun apenas podía mantener la consciencia, y no por voluntad. Cada vez que sus ojos se cerraban aunque sea un centímetro, alguien le lanzaba baldes de agua fría para mantenerlo despierto. Eso o lo golpeaban, cuando ya estaba demasiado entumecido como para sentir el frío.
Todos eran crueles y malignos. No había en ellos ni una pizca de piedad o empatía. No les importó tratarlo como a un muñeco o un objeto al que podían destruir como quisieran.
Dolía.
Dolía mucho.
Dolía tanto que a veces quería dejar de respirar, dejar de vivir solo para alejarse de ese dolor tan profundo. El pecho le pesaba. No podía respirar. Cada agujero de su cuerpo se sentía obstruido y el aire que llegaba a sus pulmones cargaba el asqueroso olor de la lujuria y depravación. El estómago le dolía desde hace tanto tiempo que ya ni siquiera podía sentir más que las dolores contracciones en su interior a causa del hambre y sed.
Han Jun ni siquiera era capaz de llorar correctamente. Sus ojos eran siempre sujetados por una sirvienta para que pudiera observar todo lo que le hacían. Cada toque, golpe, corte y ataque era grabado en sus ojos.
Dios, odiaba tanto que le estuvieran haciendo eso.
No otra vez...
En algún punto fue el emperador quien tomó un turno en abusar de su cuerpo. Su risa era mucho más fuerte que la de los demás. Más alegre. Como si le causara una emoción abrumadora estar abusando de Han Jun de la peor manera. A él lo recordaba con una claridad asfixiante, pues sus palabras eran tan crueles que no podía borrarlas de su mente.
-Han Jun ~ te ves tan lindo como pensé.
El soldado apretó los dientes mientras el emperador entraba en él, siendo tan brusca como para usar la sangre como lubricante. No siquiera se molestó en tomar una gota de aceite y entro de golpe, rasgando más de lo que ya estaba rasgado Han Jun. Una mano le sujetó el cuello mientras la otra se apoyaba en el suelo, al lado de su cabeza.
-Que bueno que no te fuiste con mi primo, siempre quise probarte. Mírate, tan hermoso. Es imposible no querer arruinarte.
Apretó su cuello, cortándole el aire.
-Siempre quise verte así, asustado. Me gusta la manera en que tus ojos se abren tanto y tus labios se fruncen en una mueca. Oh, es tan excitante saber que solo bastaría un poco de presión para acabar con tu patética e insignificante vida.
Para enfatizar la idea, el emperador le apretó el cuello tan fuerte que los ojos de Han Jun se nublaron.
-Pero eso sería piedad- susurró, ahora en un tono solo para ellos dos. -Y no mereces piedad. No porque seas malo o hayas hecho algo que te haga merecedor de mi crueldad. No, para mí no mereces piedad solo porque yo decido que no la mereces. No cuando eres un muñeco tan perfecto para satisfacer a mis amigos.
-Muérete- murmuró Han Jun.
-Shh. Los muñecos como tú no hablan. Solo lloran, gimen y sufren. Ah, y abren las piernas pero para ti eso no es problema. Ya has tomado a tantos hombre... debes tener un cuerpo sucio. Mira como tu sucio agujero de traga mi pene sin más. Hasta diría que lo estás disfrutando con lo apretado que estás a mi alrededor.
Han Jun cerró los ojos y negó con la cabeza, asqueado por las palabras del emperador. Era imposible que disfrutara un acto tan vil y doloroso.
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Esposa Forzada.
RomanceLuo Fei es un segundo hijo de la familia Luo. Mimado por sus padres y hermanos desde que era pequeño, el pequeño Luo Fei apenas sabe qué existe tras las puertas de la mansión Luo. Nunca sale, debido a su incomparable inocencia y excepcional belleza...