19: Huir

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Luo Fei sentía tanto miedo que se había ido alejando cada vez más de su esposo, hasta llegar al punto en el que ni siquiera le dirigía la palabra más que para pedirle cosas necesarias. Ropa, comida, jabón. Nada más salía de sus labios en dirección a su esposo.

Las risas de Luo Fei se sentían ya como un recuerdo muy lejano. Tan lejano que el duque casi olvidaba lo dulces que sonaban en sus oídos y lo hermoso que se veía Luo Fei al reír. Ya no había sonrisas tímidas, rubores adorables ni risas escandalosas para alegrar los días del duque. Lo que había ahora eran miradas temerosas, suspiros asustados y lágrimas apenas contenidas. El rostro de Luo Fei, una vez brillante y alegre, era cada vez más sombrío con el pasar de los días. Su piel se tornaba más pálida de lo normal. Sus labios estaban resecos. Su voz ronca. Sus ojos hinchados y con unas ojeras oscuras debajo de ellos.

Se veía mal.

El duque evitaba mirarlo porqué no quería recordar su más grande fracaso. Recordar cómo falló en proteger al ser más brillante y luminoso.

La huida del palacio les tomó poco tiempo. Ni siquiera volvieron por sus pertenencias. Se subieron a un caballo y huyeron del palacio tan pronto como pudo. Habían pasado ya cuatro días. Sobrevivían de lo poco que conseguían con los adornos del cabello de Luo Fei. Valían lo suficiente para darles un lugar donde dormir y una comida pasable. Dormían poco. Al primer atisbo de sol, salían a sus caballos.

Cabalgaron en silencio.

Tenían un solo caballo, que robaron de los establos aquella terrible noche. El duque iba adelante mientras Luo Fei sostenía su cintura. Su agarre era ligero, casi dubitativo. Parecía no querer tocar al duque más allá de lo que era necesario. Sin embargo también veía al duque como su única protección, pues se aferraba desesperadamente a él cada vez que pasaban cerca de grupos grandes y armados.

Al sexto día de cabalgar llegaron a una posada poco ocupada. El dueño los dejó descansar allí sin precio, compadeciendose del miserable estado de Luo Fei.

Se retiraron a la habitación poco antes del anochecer. El ambiente entre ellos era gélido e incómodo.

Luo Fei abrió la puerta y se dejó caer sobre la cama, cubriendo sus delgados hombros con las sábanas ásperas. Su cabello estaba sucio después de viajar durante días sin descanso. No había tenido ni la oportunidad ni el deseo de dedicarse a sí mismo. Estaba perdido en su propia mente.

Xu Lizhi frunció el ceño al ver que Luo Fei seguía sin moverse. Se quedó observando un rato hasta que vió los ojos del joven cerrarse lentamente.

Cuando Luo Fei ya estaba dormido, el duque procedió a bañarse. Le habían dejado agua y una bañera amplia para limpiarse. Era más amabilidad de la que recibieron en todas las otras posadas, por lo que agradeció mucho la oportunidad de deshacerse de la suciedad y tierra acumulada en su cuerpo. Poco a poco se fue fregando la piel hasta teñir el agua de un tono marrón. Estaba asqueroso.

El duque se limpió hasta estar satisfecho.

Al terminar se vistió con la misma ropa. No se molestó en arreglar su cabello y se fue directo a dormir. Tomó tanta distancia de Luo Fei como fue posible, no queriendo asustar al más joven.

Al día siguiente se levantó antes y bajó a buscar comida. Cuando volvió Luo Fei estaba sentado en la cama, distraídamente acariciando su cabello. Su hermoso cabello que ahora estaba sucio y desordenado.

El duque carraspeó para llamar su atención.

-Luo Fei, te traje algo de comida. ¿Quieres comer?

Lentamente el joven asintió, así que el duque le acercó la bandeja con comida y se sentó a una distancia respetable. Lo observó dar los primeros mordiscos tentativos antes de empezar a devorar la comida. No lo culpaba. Tantos días cabalgando, sin comida ni agua suficiente para dos. Debía estar hambriento.

Esposa Forzada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora