26: Tu eres el hogar.

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—Esposo, creo que te excediste un poquito— comentó Luo Fei distraídamente.

—Hmm.

—Entiendo que estabas molesto, pero no tenías que derrumbar el patio.

—Hmm.

—Y romper los puestos de la calle.

—Hmm.

—Y hacerle un agujero a la pared de esa casa.

—Hmm.

—Y pulverizar las escaleras.

—Hmm.

—Y romperle la pierna al hombre.

—¿Hmm…? Eso sí fue necesario.

Luo Fei soltó una risita.

Los esposos se estaban dando un baño.

Después de la pelea que destrozó gran parte de la calle en la que estaban de Piedras Blancas, tanto Luo Fei como el duque se sentaron a discutir los asuntos más importante con la mujer del templo, que resultó ser una sacerdotisa (lo más cercano a un líder que tenían ahí). El Duque escuchó con más calma las razones del secuestro de su esposa y accedió (a regañadientes) a quedarse una noche luego de ser manipulado por los pucheros de Luo Fei.

La sacerdotisa era muy amable. Tan amable que les dejó usar los baños privados, aunque esos ya de por sí estaban destinados a los líderes de Piedras Blancas. Luo Fei descubrió que muchas cosas ahí eran suyas a pesar de nunca haber estado allí. Las pertenencias de los líderes eran resguardados en una casa muy grande, que fue donde la sacerdotisa les permitió quedarse.

Luo Fei habría recorrido toda la casa felizmente si su esposo no estuviera herido. Pero como su esposo se había llevado bastantes golpes en su lucha con el secuestrador, Luo Fei decidió atenderlo a él primero.

Debía velar por las heridas de su esposo antes que nada.

Así fue como ambos se desnudaron y entraron en los baños. Entonces Luo Fei se dedicó completamente a atender a su esposo. Le quitó la ropa con cuidado, soltó su cabello y luego lo llevó hasta el agua. Estando allí se encargó de buscar varias toallas y paños para remojar e ir pasando por el cuerpo de su esposo.

El duque se dejó hacer tranquilamente. No iba a negarse a ser mimado por su esposa.

—Esposo, alza el brazo— pidió Luo Fei con una voz dulce.

Xu Lizhi lo hizo, llevando el rostro hacia atrás para mirar a su esposa.

Luo Fei lucía hermoso. Tenía el cabello mojado, por lo que caía alrededor de su rostro con menos control de lo normal. Su rostro estaba ruborizado por el calor del agua. La iluminación creaba un halo a sus espaldas que lo hacía brillar como si dentro de una lámpara estuviera.

Ah, era tan hermoso.

—Esposo. Tu brazo.

El Duque ni siquiera había notado que había un largo corte atravesado todo su antebrazo. Era profundo, pues la sangre que había seca a su alrededor era demasiado abundante. Estaba oculta bajo sus túnicas, pero el agua hizo que se moviera una vez más.

Luo Fei deslizó el paño húmedo sobre el corte y buscó unas vendas. El baño lo tenía todo, así que no tardó mucho en hallarlas. Regresó a ponerlas en el brazo de su esposo, pero éste le detuvo.

—Se va a mojar si la pones ahora— dijo el duque. —Espera a qué termine el baño.

Luo Fei asintió.

Siguió limpiando el resto de las heridas por un buen rato. No estaba mal en comparación con el secuestrador. De hecho solo tenía cortes leves o moretones pequeños. El otro hombre… bueno, no iba a poder caminar o moverse solo en un largo tiempo.

Esposa Forzada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora