Dos meses pasaron desde el matrimonio.
Luo Fei era cada vez más hiperactivo, para tortura del duque Xu. Todos los días había algo nuevo, algo divertido que el más joven quería hacer. Y claro, era natural que deseara mostrarle todo esto a su esposo.
Luo Fei realmente no veía al duque Xu como alguien intimidante, a diferencia de la mayoría. Para él solo era Xu Lizhi, su serio (pero amable) esposo que siempre le concedía todo lo que pedía sin importar qué. Luo Fei recibía todo lo que quería en cuestión de minutos, horas si era algo muy grande. Más de una vez Luo Fei le había pedido a su esposo cosas que iban más allá de lo normal. Y en cada ocasión, sin falta, Xu Lizhi se aseguró de entregarle lo que pedía.
Un caballo blanco. Un arco con piedras azules. Una tiara de plata. Unos libros de cuentos. Unas túnicas blancas como la nieve. Unas túnicas negras (las cuales le gustaron mucho, pero a Xu Lizhi no tanto). Un abanico con dibujos florales. Un pincel totalmente liso.
Todas esas cosas le fueron entregadas, solo para ser devueltas cuando el muchacho se aburrió de ellas. A decir verdad Luo Fei era como un niño. Las cosas nuevas le entretenían hasta que dejaban de ser nuevas. Entonces eran desechadas sin arrepentimientos.
Muchos decían que Luo Fei era favorecido por su esposo. Otros decían que el Duque tenía un punto débil por ese chico.
Lo que nadie se atrevía a admitir era que Luo Fei estaba malcriado.
No era totalmente culpa del duque. Luo Fei siempre había sido mimado en extremo por su familia. A pesar de eso su padre tenía límites. Sabía cuándo castigar a Luo Fei o negarle uno de sus muchos caprichos. Sabía cómo criar a un niño. El Duque no era consciente de sus fallos como representante de Luo Fei. Era su representante y, en teoría, su tutor desde que eran esposos. Le daba todo sin restricciones. Y eso volvió a Luo Fei bastante engreído, por no decir orgulloso. Seguía siendo dulce y amable, pero sus berrinches iban en aumento a medida que el dique se hallaba más y más ocupado.
No todos sus deseos eran respondidos.
Eso no sucedía a menudo. Cuando lo hacía…
—No.
Luo Fei parpadeó confundido.
Sus ojos claros recorrieron el rostro del duque Xu en busca de broma o algun indicio de que estaba mintiendo. Al no hallar uno sus ojos se llenaron de lágrimas y pisoteo el suelo con ira.
Xu Lizhi decidió no prestarle atención al caprichoso muchacho que empezaba a hacer uno de sus muy grandes berrinches sin tomar en cuenta donde se encontraban o con quien. El matrimonio estaba en una junta con todos los más importantes líderes del ejército del Duque Xu. Eran cinco, todos hombres de semblante imponente y mirada afilada cómo una daga. Todos tenían al duque en su más alta estima. Lo veían como un líder, un hombre que se merecía todo el respeto del mundo.
Ver a tal figura en contraste con el infantil Luo Fei era bastante confuso. Nadie sabía qué hacer.
—Luo Fei, vete a tu cuarto— ordenó el duque, su mirada puesta sobre un mapa extendido a lo largo de la mesa.
Indignado por ser ordenado de esa manera, Luo Fei pisoteo con más fuerzas y empezó a temblar. Su rostro estaba por completo rojo y se veía en sus labios que estaba mordiéndose el interior de la mejillas. No pasó ni un minuto antes de que empezara a quejarse, enfurecido por no obtener lo que quería.
—¡Eres un mal esposo! ¡Me estás ignorando!— chilló tan agudo que algunos se cubrieron los oídos.
—Vete a tu cuarto.
Xu Lizhi estaba hablando con absoluta seriedad. Su mirada era más fría de lo que alguna vez había sido al dirigirse hacía Luo Fei.
—¡No! ¡Mal esposo, mal esposo! ¡Le diré a mi padre que eres malo!— continuó su berrinche, ahora agitando los brazos. —¡No quiero estar contigo! ¡Eres un mal esposo!

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Esposa Forzada.
Storie d'amoreLuo Fei es un segundo hijo de la familia Luo. Mimado por sus padres y hermanos desde que era pequeño, el pequeño Luo Fei apenas sabe qué existe tras las puertas de la mansión Luo. Nunca sale, debido a su incomparable inocencia y excepcional belleza...