Capítulo 17.

2.6K 367 426
                                    


Sweet Escape - Gwen Stefani


Una sacudida en el hombro me despertó de manera abrupta. Abrí los ojos y vi a Salomé frente a mí; con una llavecita me quitó las esposas. Mis muñecas estaban adoloridas pero no les presté mucha atención.

—¿Qué? ¿Qué pasa?

—Levántate.

Me di la media vuelta pero volvió a sacudirme.

—Que te levantes.

—Cinco minutos más —me quejé.

—¡No hay tiempo! —Exclamó—. Tengo que regresarlos a la habitación de tortura antes de que alguien los vea.

—Agh, sí es cierto.

Me senté y tallé mis ojos. Vi que Salomé se dirigió a Isaac, que dormía profundamente, y colocó la mano en su hombro con delicadeza.

—Isaac... —murmuró para tratar de despertarlo.

—¿Qué hora es? —Pregunté bostezando.

—Son las seis, así que hay que apurarnos, que todos los sirvientes despiertan a las seis y media. —A pesar de solo haber dormido cuatro horas, me sentía más descansado que los días anteriores. Ella volvió a dirigir su atención hacia mi amigo—. Isaac...

—Mmm... —se quejó.

—Es hora de levantarse, los tengo que llevar a la otra habitación.

—Voy... —Se dio la media vuelta y se tapó la cabeza con la sábana.

—Isaac, querido, no me hagas levantarte a la fuerza.

Mi amigo se sentó en la cama con velocidad y se quedó unos segundos mirando a la nada, hasta que reaccionó.

—¿Puedo usar tu baño?

—Claro, espera... —Se dirigió al armario y buscó durante unos segundos. Sacó dos pantalones de mezclilla y dos camisas de manga corta—. Ten. — Le extendió dos de esas prendas y él las agarró. El pijama era muy cómodo pero era más factible llevar esa ropa por cualquier imprevisto.

—Gracias.

Después de hacer nuestras necesidades, lavarnos el rostro y cambiarnos, salimos de la habitación. En seguida se sintió el cambio de temperatura, el calor me dio de lleno en el rostro y por un momento hasta pensé decirle a Salomé que me matara en su habitación, pues prefería morir en un ambiente con aire acondicionado fresco, pero supuse que se negaría para no traumatizar a Isaac y no dar explicaciones de por qué me asesinó en su habitación y no en el cuarto de tortura.

El día empezaba a aclararse, aun así caminábamos con mucho cuidado para no chocar contra ningún objeto. Atravesamos un pasillo largo y doblamos para avanzar por otro, esa parte de la residencia era como un laberinto. Salomé iba frente a nosotros y seguía con su camisón de lunares; no pude evitar mirarle el trasero. Isaac, que estaba a mi lado, se dio cuenta y me dio un zape en la cabeza.

—¿Qué? —Me quejé en voz baja.

—Deja de verla —murmuró.

—No la estaba viendo.

—Claro que sí.

—¿Y tú cómo sabes? ¿También le estabas viendo el trasero?

—¡No! —Alzó un poco la voz—. Solo noté a donde iba tu mirada —explicó, bajando su tono.

La hacienda de los psicópatas © +18 |Completa|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora