Capítulo 29.

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Adolescencia


Mad Hatter - Melanie Martinez



En mi adolescencia empecé a tener curiosidad acerca de las relaciones sexuales. Padre solía meter seguido algunas mujeres a su habitación; a veces Caín y yo nos acercábamos al cuarto al oír gritos por parte de ellas.

—¿Qué crees que le esté haciendo? —Susurré a Caín en voz baja. Ambos estábamos cerca de la puerta para escuchar mejor.

—Creo que la está torturando, por eso grita.

Fruncí el entrecejo al oír su explicación, no parecía que estuviera sufriendo.

—Pero grita raro —murmuré.

Caín abrió la boca para comentar algo pero Goliat nos descubrió.

—¿Qué hacen aquí? —Masculló.

—Queremos saber qué le hace a esa mujer —comentó Caín.

—Váyanse a dormir —ordenó en voz baja.

—¿Pero qué le hace? ¿La está torturando? Porque no parece que sufra.

—Nada, ahora váyanse.

No tuvimos más remedio que obedecerlo, a esa edad todavía le hacíamos caso. Sin embargo, poco después supe qué era lo que padre realmente hacía con las mujeres que entraban a su cuarto.

Una tarde en que no tenía nada que hacer, pues no había nadie a quién asesinar, me dispuse a encontrar a alguna criada para ordenarle que limpiara mi habitación. Caminaba por los pasillos cuando vi a dos sirvientes besándose con pasión. No era la primera vez que veía ese acto, pues a veces salía en las películas o programas de televisión, pero en esa ocasión me tocó verlo en vivo, justo enfrente de mí.

Él besó el cuello de su compañera. Ella hizo un sonido, era el mismo que hacían las mujerzuelas que entraban al cuarto de padre.

Los vi con atención, queriendo grabar esa escena en mi memoria. No sabía por qué pero empezaba a tener una sensación extraña, como si de repente estuviera acalorada, mis mejillas enardecieron y sentí los labios resecos, así que pasé la lengua sobre ellos.

Él se separó un poco de la mujer para desabrocharse el pantalón pero notó mi presencia, así que volteó hacia mí con rapidez y se puso pálido.

—Señorita...

La chica también me vio y empezó a acomodarse su traje. Caminé hacia ambos y los vi con curiosidad.

—Señorita, lo lamento mucho. —Juntó sus manos en señal de súplica pero las bajó enseguida para taparse el pantalón—. No le diga nada al Rey, por favor —pidió. Si padre se enteraba de lo que esos dos andaban haciendo en el pasillo de su hacienda, de seguro los torturaba él mismo.

Negué con la cabeza e hice un gesto con mi mano para restarle importancia. El hombre frente a mí parecía tener unos veinticinco años, era fornido, no guapo pero tampoco feo, tenía la barbilla partida y los ojos negros. Lo miré con atención, mi curiosidad estaba más que presente en ese momento.

—No diré nada... —Él pareció aliviado—. A cambio de un pequeño favor. —Su expresión cambió a una suspicaz y tuve que ahogar una risita.

—¿Qué quiere que haga por usted, señorita?

—Bésame —le ordené; a pesar del desagrado que sentía hacia la servidumbre, él me parecía atractivo. El joven se quedó anonadado y la tipa frunció el entrecejo con molestia.

La hacienda de los psicópatas © +18 |Completa|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora