Capítulo 21.

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Tommy gun - Royal Republic



Corrimos hacia el auto mientras el Rey le ordenaba a Caín atraparnos. Ella sacó las llaves del auto y oprimió un botón, logrando que el vehículo hiciera un sonido y se iluminaran los faroles. Sabía que salvarme era una especie de berrinche, yo no le importaba para nada pero quería dañar a su padre, y la mejor forma que encontró fue desobedeciéndolo... eso y sacándole el ojo.

A pesar de avanzar con rapidez, Caín fue aún más veloz, pues se colocó delante de nosotros antes de que subiéramos al auto. Salomé alzó el rostro con un gesto orgulloso.

—¿En serio te vas a poner de su lado?

Caín la miró unos segundos sin decir nada, hasta que se hizo a un lado para que pasáramos de largo.

Rodeé el auto de color blanco y me subí en el lado del copiloto. Apenas estuvimos dentro, Salomé arrancó. Al dirigirnos a la enorme reja de la entrada el portero, que no tenía conocimiento de lo que había pasado, nos abrió sin problemas.

Cuando estuvimos en la carretera, Salomé tomó el camino contrario al de siempre para alejarnos aún más de la ciudad. Manejaba más rápido que Caín, sin embargo no me quejé. La miré de reojo y noté que apretaba el volante con tanta fuerza que sus nudillos estaban más blancos que el resto de su piel. Se veía tensa y muy enojada, pero a pesar de eso, noté que estaba sufriendo. La entendía, yo seguía sin asimilar la muerte de mi amigo, sin embargo ella tuvo que ver cómo su padre asesinaba al amor de su vida frente a sus narices, aun cuando le suplicó que no lo hiciera.

—Sabes —comenté de repente—, al final la muerte de Isaac no será en vano, él quería que tú salieras de ahí, y al final lo consiguió. —Ella me miró de reojo pero en seguida volvió a fijar su vista en el camino—. Él iba a pedirte que te quedaras a su lado, creyó que era la única manera de que te alejaras del Rey. —En seguida que mencioné eso, me sentí culpable, ¿qué sentido tenía? ¿Para qué le echaba más limón a la herida?

—¡Pat, cállate! —Masculló apretando el volante con más fuerza, de seguro pensó lo mismo que yo, ¿para qué la torturaba más? Pensé que si mencionaba algo más que la molestara, yo era el único presente para que descargara su furia, así que no volví a comentar nada.

Después de andar un rato, escuchamos el sonido de las sirenas. Vi por el espejo lateral varias patrullas tras nosotros.

—¡Joder! Debí suponerlo —se quejó. La vi sin entender a qué se refería.

Dos autos policíacos se pusieron a nuestros costados y atrás teníamos otros seis.

—¿Por qué hay tantos? —Pregunté alarmado.

Salomé ignoró mi cuestionamiento y pidió que tomara un estuche que estaba en la parte de atrás. Me quité el cinturón para alcanzarlo.

—¡Ábrelo! —Pidió cuando lo tuve en mis manos.

La obedecí y vi una ametralladora Ingram M10. También me ordenó abrir la guantera, donde había un cuchillo de cazador, y asomarme debajo del asiento para sacar una pequeña hacha, además llevaba la pistola de su padre acomodada en su cinturón.

—Existe la posibilidad de que tengamos que enfrentarlos —explicó.

—Lo sé —murmuré persignándome y abrochando de nuevo mi cinturón. Vi en el portavasos un pequeño espejo parecido al que se encontraba en el Mustang, supuse que Salomé era tan vanidosa que les gustaba tener esos objetos en todos lados, así que lo tomé y lo metí en el bolsillo de mi pantalón, pensando que tal vez me podía servir como arma, una muy pequeña e inútil pero era mejor a no tener nada.

La hacienda de los psicópatas © +18 |Completa|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora