Capítulo 49.

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Lo primero que hicimos fue cambiar un poco más nuestra apariencia. Mi primo se rapó la cabeza y yo corté mi cabello hasta los hombros; agradecí que las raíces rubias todavía no amenazaban con salir.

En el noticiero nunca dieron información de la dirección de los padres de Isaac y él en ningún momento me dijo en qué ciudad habitaban, así que investigamos por nuestra cuenta. Decidí llamar al número ochocientos para ver si tenían alguna información.

Este número es para dar informes, no para preguntar.

—Disculpe —dije nerviosa. Respiré profundo y volví a hablar, más segura de mí misma —. Habla Mariana Villaseñor, soy... era —me corregí— prima de Isaac, hace poco me enteré de la tragedia que sucedió y perdí el contacto con mis tíos, necesito verlos para darles el pésame. —Mi voz sonó trémula, no por actuación sino porque en verdad estuve a punto de echarme a llorar.

Hubo silencio al otro lado de la línea y yo recé para que me creyeran. <<Por favor>> pensé desesperada.

Bueno, ellos nos dieron un número de contacto para comunicarles cualquier información de él, es el siguiente... —Me dictó el número, lo apunté y agradecí.

Cuando terminé esa llamada, vi el celular entre mis manos temblorosas. <<Tengo que hacerlo>>. Marqué el número que me dictó la operadora y sostuve con fuerza el aparato contra mi oído. Fernando me veía con atención desde la cocina.

¿Diga? —Respondieron del otro lado de la línea, era una voz femenina y suave. <<¡Es su madre!>>. Las palabras se quedaron atascadas en mi garganta—. ¿Quién habla...? Si no me responde, voy a colgar...

Sacudí la cabeza para quitarme esa sensación de pasmo.

—Ho-hola —por fin hablé—, habla Mariana... —Me detuve antes de decir el apellido.

—Hola, Mariana. —Su voz sonó más dulce.

—Hola —repetí. Al ver que no agregaba nada más, habló.

—¿Puedo ayudarte en algo? ¿O sabes algo de...?

—Yo quiero hablar con usted —la interrumpí—. Tuve oportunidad de conocer a Isaac y... solo deseo charlar, ¿se puede? —Soné desesperada pero no me importó.

La mujer al otro lado de la línea soltó un suspiro, a lo mejor creyó que tenía información de su hijo, y claro que la tenía, pero no diría nada por teléfono.

—¿Dónde lo conociste? ¿En la iglesia?

—Sí —dije con velocidad—. Él tuvo un impacto positivo en mi vida.

—Entiendo. Si quieres puedes venir a la casa el fin de semana, no este sino el siguiente, a mediodía.

—¡Sí puedo! —Exclamé.

—Está bien, te daré la dirección...

—¡Claro!

La apunté con las manos temblorosas, agradecí y me despedí de ella. Cuando finalicé la llamada, coloqué contra mi pecho el papelito donde anoté el domicilio.

—¡Por fin conoceré a los padres de Isaac...! —Exclamé, volteando hacia Fernando—. No sé por qué estoy tan nerviosa.

—Todo el mundo se pone nervioso al conocer a sus suegros, incluso una asesina como tú.

—Ja, qué gracioso —dije con sarcasmo—. Pero ni se te ocurra decirles que son mis suegros —advertí.

—¿Por qué no?

La hacienda de los psicópatas © +18 |Completa|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora