Capítulo 33.

1.5K 231 48
                                    


Mz Hyde - Halestorm



En las siguientes semanas, no pasaron eventos muy importantes. Pat se encargaba de administrar el proceso de empaque y distribución de la mercancía y algunas veces lo llevamos con nosotros para que nos acompañara a hacer algunos encargos. No se veía muy a gusto con nuestras presencias cerca pero empezaba a acostumbrarse. No obstante la aparente tranquilidad acabó muy pronto.

La noche que marcó el principio del fin, pues estoy segura que desde esa ocasión Pat quiso hundirnos, fue cuando se dio cuenta de las cosas que padre hacía. Él solía pedir a sus hombres que le llevaran prostitutas pero a veces trasladaban chicas que se encontraban en la calle, sin ningún tipo de relación con ese oficio.

Esa ocasión le llevaron amordazada a una joven en ropa interior, que trataba de escapar inútilmente, mientras unas lágrimas gruesas bajaban por sus ojos. Se volteó con dificultad y pidió ayuda pero nadie podía hacer nada por ella.

Mientras la joven seguía haciendo su lucha por escapar, Pat nos miró con impresión, quería que hiciéramos algo para detenerlos pero eso no era posible.

—¡Por favor! ¡Me quieren violar, por favor! ¡Por favor, ayúdame! —Se enfocó en mí como si hubiera sido una especie de esperanza, una posible salvadora y no, yo no podía rebelarme por una simple chica que no conocía.

Miré a los hombres con una expresión neutral.

—¡Ya llévensela! Ustedes saben dónde está la habitación del Rey.

—¡Claro, señorita!

Arrastraron a la chica por los pasillos y Pat nos reclamó.

—¡¿En serio no van a hacer nada?!

—¿Como qué? —Comentó Caín—. A padre no le gusta que nos metamos con sus prostitutas. —Una ocasión sedujo a una de esas mujerzuelas destinadas para padre pero él se enteró y le advirtió que no lo hiciera nunca más.

—¡No me refería a eso! —Casi gritó, así que lo enfocamos—. ¡Van a violar a una chica y no van a ayudarla! ¡Además ella no es prostituta! ¡No está de acuerdo! ¡¿No harán nada?!

—No, Pat. Tú entraste a este mundo por gusto, debes saber que este tipo de cosas suceden. —Él, a diferencia de nosotros, tuvo la oportunidad de elegir y decidió pertenecer, debía aceptar las consecuencias.

—Pero... ¡No es justo para ella!

—La vida no es justa —dije con tranquilidad. Yo lo sabía, Caín lo sabía, ¡él lo sabía! No comprendía por qué hacía tanto escándalo por una desconocida.

Goliat se levantó del sillón y, cabizbajo, dijo que era tarde y se largó, siempre era lo mismo con él. Pat empezó a ponerse pálido, así que lo enfoqué con atención.

—Pat, ¿estás bien? —Cuestionó Caín.

—No, yo... No me siento bien. —Se levantó del sofá con mucha dificultad.

—¡Qué débil! —Me burlé.

El viejo se fue a su habitación y vi cómo se alejaba de nosotros. Toda muestra de compasión y empatía hacia otra persona me parecía patética y no cambié de opinión hasta que lo conocí a él.


***


La hacienda de los psicópatas © +18 |Completa|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora