Extra: Dulce. Parte 3

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No pasaron cosas más relevantes hasta que perdí a una de mis amigas. Caín era perverso pero Salomé... Ella era una bestia.

Zafiro tenía un novio que amaba muchísimo y, sin haberlo planeado, quedó embarazada. Al principio no quiso decirnos pero sus síntomas eran muy obvios, así que no le quedó opción. Cuando nos contó nos emocionamos, hasta que Jade recordó que en la hacienda estaba prohibido tener bebés.

—Es cierto —musitó Perla—. ¿Ya le dijiste a Remolacha? —Mencionó el sobrenombre de su novio. Mientras las chicas nos poníamos nombres de joyas, los chicos se apodaban como verduras; era raro pero ellos preferían eso a llamarse como piedras preciosas.

—Ya, se emocionó mucho. —Su mirada se volvió soñadora.

—¿Y qué harán?

—Planeamos huir.

—¿Pero cómo? —Pregunté preocupada—. ¿Y con qué recursos?

—Planeamos robar algunas cosas de valor e irnos una madrugada.

Perla, Jade y yo nos vimos con preocupación.

—Pe-pero eso es muy arriesgado —murmuró Jade.

—Lo sabemos pero es lo que podemos hacer, la otra opción es quedarnos y que se enteren de mi condición. No quiero ni pensar en lo que me harían. —Un escalofrío se apoderó de ella.

—De seguro te hacen abortar —sugirió Perla.

—O esperarán a que nazca y te lo quitarán para criarlo para el mal —propuso Jade. Eso era aún peor.

—No quiero ni pensarlo, la sola idea de que me lo quiten y se lo den a Salomé para que lo críe me revuelve el estómago.

—Exacto, su maldad es muy grande —concordó Perla.

—Lo suyo es maldad pura. —Me entrometí.

—Maldad de puta. —Zafiro apretó los puños—. La muy perra anda detrás de Remolacha.

—Pero él es muy mayor para ella. —Se extrañó Jade—. No me lo creo.

—¿Cómo no? Si sabes que esa zorra anda detrás de cualquier hombre de la hacienda.

Jade aplanó los labios, estuvo a punto de contradecirla pero Perla no se lo permitió.

—Es una cualquiera.

Zafiro y yo asentimos; Jade se limitó a bajar la cabeza.

—No... No es tan mala —dijo luego de unos segundos.

—Ni tú te crees eso.

—Claro que sí, solo es incomprendida.

—Es malvada.

El tiempo se encargó de demostrar que Zafiro tenía razón y Jade estaba equivocada. Una tarde, Salomé se encerró con Remolacha en un cuarto usado para guardar productos de limpieza. Yo y algunos compañeros los vimos besarse apasionadamente y entrar a esa pequeña habitación. Segundos después, algunos jadeos y gemidos se hicieron presentes. Una sensación de incomodidad se instaló en mi pecho, me sentí muy mal por Zafiro. Perla no dudó en avisarle.

Luego de un rato, se empezaron a escuchar sonidos guturales. Nos acercamos y me sentí impresionada cuando vi sangre saliendo debajo de la puerta.

—¿Dónde están? —Escuché la voz de Zafiro. Volteé hacia ella y vi a las chicas detrás de ella.

Me acerqué para tratar de impedirle el paso, no quería que viera eso, su condición era delicada, no deseaba que pasara por una impresión fuerte, sin embargo me empujó y se hizo espacio entre los demás sirvientes.

La hacienda de los psicópatas © +18 |Completa|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora