Capítulo 19.

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Beautiful and bittersweet - Mia Rodriguez



El siguiente día, muy temprano, Salomé y Goliat entraron al cuarto, despertándonos en el acto. Isaac estaba acostado en el suelo, su cabeza reposando en la almohada proporcionada el día anterior. Por mi parte, me acomodé en el sillón, colocando el cojín en el respaldo para que mi espalda sintiera un poco de alivio.

La joven se dirigió hacia Isaac, que se recargó en sus antebrazos, se agachó para quedar a su altura y acarició su mejilla con ternura. Me levanté del sillón y vi a Goliat con unos grilletes, esposas de metal, un frasco de pintura roja y sombra de ojos morada.

—¿Qué rayos?

Isaac, que acababa de levantarse, también observó todo con un gesto consternado.

—Salomé, ¿qué significa eso? —Preguntó cohibido.

—Los llevaremos al cobertizo pero antes tendremos que "disfrazarlos" para que parezca que han sido torturados —explicó.

—¿Y ahora por qué? —La encaré—. Si la otra vez nos vieron los sirvientes.

—A pesar de que corrí la voz de que encerraría con Caín a quien hablara, sí lo hicieron.

Isaac y yo nos vimos con preocupación.

—Sin embargo esto no ha llegado a oídos del Rey. En caso que él se entere, tengo una coartada: ellos empezaron a rumorear que no los atormenté antes porque mi plan era hacer un trío con ustedes y después de lograrlo, ya los torturaría. Si el Rey me reclama, le diré que eso es cierto.

Las mejillas de Isaac se ruborizaron un poco por la vergüenza, todos los sirvientes creían que hicimos un trío con Salomé.

—Pero si ahora ven que siguen sin ser torturados, el chisme correrá más rápido y es posible que el Rey se entere hoy mismo —siguió explicando—. No podemos correr el riesgo, además algunas veces otros de sus hombres llegan sin avisar, podrían verlos. Si padre se entera de todo, tendrá que ser cuando Isaac esté lejos de aquí.

Estuvimos conformes con su explicación. El guardaespaldas nos llevó al baño con rapidez y al regresar, tanto él como Salomé nos esposaron las manos.

—¿Y los grilletes? —Cuestioné.

—Eso es para hacer la finta de que en el cobertizo se las vamos a poner, pedazo de animal —respondió Goliat—. Si se los colocamos ahorita, no van a poder caminar.

—Uy, perdón por preguntar. —Isaac soltó una risita y Salomé negó con la cabeza en mi dirección.

Después de eso, procedieron a pintarnos con la sombra morada, para simular moretones, y embarrarnos de pintura en lugares estratégicos como manos, parte de la cara y cuello, y los antebrazos. El color y el aspecto que tenía la hacían parecer sangre de verdad.

—¿En serio esto es pintura? —Me atreví a cuestionar, se veía tan real.

—No, Pat, es sangre de verdad —respondió Salomé.

Fruncí el entrecejo y acerqué el antebrazo a mi nariz, no olía a sangre sino a pintura acrílica, de esas que usan en el teatro para las escenas más dramáticas. A pesar de eso, Isaac palideció y empezó a dar arcadas, aguantándose las ganas de vomitar. Salomé, al notarlo, procedió a aclarar que su respuesta fue una broma de mal gusto.

—Isaac, no es de verdad, era una broma.

Oír eso lo tranquilizó un poco. Salomé siguió poniéndole pintura en su rostro, cerca de la oreja, pasando sus dedos con un gesto suave.

La hacienda de los psicópatas © +18 |Completa|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora