Capítulo Once: La curiosidad mató al gato

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Capítulo once: La curiosidad mató al gato

Dawson.


Abro los ojos jadeando con una respiración errática, incorporándome hasta estar sentado y con la erección matutina más dura que he tenido en toda mi vida. Bajando la vista encuentro la punta humedecida de mi miembro sobresaliendo del pantalón de chándal con el que duermo.

Aun fuera de mí veo alrededor dándome cuenta de que estoy en mi habitación, no en la de Mérida. Que no estoy sentado al borde de su cama y que ella no se encuentra sentada sobre mí en su estúpido y tentador pijama que seguramente no tiene.

Con la respiración agitada me oriento y me dejo caer de nuevo sobre la cama, presionando el rostro de la almohada para ahogar mi grito frustrado.

¿Pero qué pesadilla fue esa? ¡Dios mío! Una pesadilla que se siente cómo un sueño ¿Cómo es que conseguí soñar de esa forma con Mérida? ¿Y por qué justo hoy que sé que tendrá su tan esperada cita?

Me siento de nuevo pasándome las manos por el cabello y luego por el rostro, en última instancia en el cuello, estoy estresado y demasiado excitado, cuando bajo la vista encuentro el bulto rebelde entre mis piernas y gimo de frustración.

—No, Dawson, no se te permite soñarla así. Tienes prohibido los sueños húmedos con Mérida ¡¿Y qué carajos?! ¿Cómo consigo estar tan excitado si estábamos vestidos y ni nos besamos?

Sacudo la cabeza cuando me llegan las imágenes vívidas de cómo se sintió sobre mí, sus labios y la mirada de un marrón líquido tentador, pero lo peor no ha sido que fuese un sueño que se dirigía a lo sexual, lo peor ha sido el imbécil de Dawson diciendo que la ama en sueños, la cosa más absurda de toda le pesadilla sin duda alguna.

No la amo ni siquiera nos conocemos a ese punto y no la amaré porque no estamos en ello, pero el Dawson de la pesadilla parecía un cachorrito enamorado dispuesto a susurrarle en la piel que la amaba.

—Olvídate de la pesadilla, eso es lo que fue.

Me dejo caer acostado decidido e ignorando lo mucho, mucho que mi miembro desea mis atenciones. Veo al techo y trato de desviar mis pensamientos a cosas que necesito hacer hoy, pero Mérida es este molesto e insistente recuerdo intentado reaparecer.

Gimiendo una vez más en frustración, giro de costado y tomo el teléfono de la mesita de noche, ignoro los mensajes entrantes y voy directo a la aplicación de Instagram, poniendo la primera letra de su usuario en búsqueda y de inmediato me sale porque la busqué un par de veces. Veo las mismas ocho fotos que tiene en donde tres son de ella y solo en una se ve completa, la que tiene más me gustas, y un comentario del tal Francisco que ella llamó Pancho que dice "¡Dios! Qué hermosa mi novia, quiero comerte, bebé" y debo capturarlo y traducirlo porque lo escribió en español. Esa foto es de hace un año y llevaba el cabello más largo, las otras son de su perfil o de espaldas y las otras solo molestas fotos artísticas porque tampoco sube de lo que dibuja.

Es muy diferente a mí que tengo aproximadamente publicada más de trecientas fotos en mi perfil porque me gusta compartir momentos especiales o algunos espontáneos sin importarme si son estéticos o no, también me siguen un montón de personas desconocidas del mundo que me consideran "guapo", otros que les gusta los tips que arrojó sobre animales, personas que conozco en fiestas, amigos y personas que me siguen por ser el hermano del famoso Holden Harris, eso da un total de setenta mil seguidores sobre sus trecientos veinte.

Veo que al parecer tiene stories recientes y hago clic sonriendo cuando aparece un plano de unos ojos amarillentos debajo de la cama.

Una vez más Boo me da un susto de muerte porque me odia —dice su voz—. Tres de la madrugada y escucho sonidos extraños, me agacho y me da tal mirada espeluznante.

+21 (Libro 2 Saga Inspírame) Disponible en libreríasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora