Capítulo Diecinueve: la vida pasa

90.8K 15.5K 13.2K
                                    




Capítulo Diecinueve: la vida pasa.

Mérida.


Tengo el corazón atascado en la garganta cuando abro la puerta para Dawson, él pregunta qué sucede y lo tomo de la mano en tanto comienzo a hablar y lo guío dentro de la casa.

Leona y Boo están estresadas, pero aun así quieren jugar con él porque les resulta familiar y les brinda comodidad.

—¡Ahora no! No puede jugar —Les hago saber con voz firme para que sepan que hablo en serio, pero sin gritarles—. Quédense aquí.

Dawson me da un apretón en la mano y yo respiro hondo, guiándolo hasta las escaleras.

—Todo estaba bien, cómo hace últimamente se había ido a quién sabe dónde, cuando no volvió por la noche me puse triste pensando que se había ido finalmente, pero feliz de que fuese completamente libre —Comenzamos a subir las escaleras—, pero esta mañana he despertado cómo cualquier otro día y entonces tras un buen rato, luego de que estuviese haciendo tarea de la universidad, Leona vino cómo loca ladrando.

»La seguí al jardín y encontré sobre el césped al Señor Enrique con sangre y parecía estresado por el dolor. No sé si debía moverlo, pero entré en pánico y lo traje a mi habitación. Llamé a la clínica y no estabas, luego te llamé y ahora aquí estás.

Nos detenemos frente a la puerta de mi habitación y él me toma del brazo brevemente para que lo vea a los ojos.

—Oye, independientemente de lo que suceda, no es tu culpa ¿De acuerdo?

—De acuerdo —digo, pero no estoy tan convencida.

Dejo que sea el primero en entrar y da un breve vistazo alrededor antes de darse cuenta que hice un nido con suéteres en mi cama. El Señor Enrique ya no se encuentra haciendo sonidos de dolor desde hace minutos y Dawson saca guantes de látex de su mochila antes de sentarse en la cama y evaluarlo.

Estoy mordiéndome el pulgar, sentada en el borde de la ventana y viendo hacia Perry el Hámster que corre sobre su rueda, de esa manera me distraigo de lo que sea que Dawson esté haciendo.

Me siento culpable porque por mi culpa se volvió tan doméstico y se negaba a irse, me agarró el mismo cariño que yo siento por él. Sé que lo salvé en su momento, pero siento que ahora lo que sucede es mi culpa porque no pudo volar lejos o mejor dicho: no quiso. Me ve cómo su familia y aunque eso es halagador, este no es hábitat natural ni el lugar en el que debe estar, no es una animal doméstico.

No me gusta la exhalación profunda que escucho de Dawson, así que cierro los ojos con fuerza y me cubro el rostro con las manos.

—Mérida —dice con suavidad deteniéndose frente a mí.

—No, no quiero saber.

—Oye —susurra y siento el tacto de sus manos cuando me toma las muñecas para retirarme las manos del rostro.

Ya no trae los guantes.

Mantengo los ojos cerrados y sus dedos acarician mis pómulos con suavidad, pacientemente, esperando hasta que finalmente abro los ojos.

—Ahí estás —dice con suavidad.

No sonríe y hay una mueca triste en sus labios al igual que la caída sutil de sus ojos. Intuyo lo que me dirá.

—Lo siento mucho, Mérida, ya se había ido —susurra viéndome con fijeza sin dejar de pasar los pulgares por mis pómulos—. Algún animal salvaje o mucho más grande tuvo que haberlo atacado, había mucho daño en él e incluso si lo hubiese atendido de inmediato no había nada que hacer.

+21 (Libro 2 Saga Inspírame) Disponible en libreríasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora