Capítulo veinte: Hasta que te conocí

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Capítulo veinte: Hasta que te conocí.

Dawson.


Sigo a Mérida por su silenciosa casa con la vista clavada en el ajustado short de algodón con estampado de corazones que se adhiere a su culo, no lo negaré, me encanta y creo que el ambiente se presta para ello teniendo en cuenta que he recibido un enorme mensaje sobre cómo me ha estado dibujando sin ropa ¡Qué locura!

Supongo que su mamá no se encuentra, no se me olvida cuando la conocí hace un par de semanas que sus vibras no fueron las más amistosas conmigo, no sé si se debía al contexto de la situación o a encontrarme a solas con su hija, pero lo que sí garantizo es que me intimidó.

Sonrío cuando tras subir las escaleras encontramos a Leona dormitando sobre una afelpada alfombra afuera de la que hace un tiempo se me dijo era la habitación de la mamá de Mérida y luego sonrío aún más cuando al entrar a la habitación de Mérida, Boo sale de debajo de su cama ronroneando en tanto se mueve por mis piernas en busca de atención.

—Me gustas mucho, Boo, pero necesito hablar con tu humana —Le digo y parece que no le gusta la idea por la mirada de traición que me da antes de salir de la habitación.

Bueno, al menos fue educada y nos dejó a solas. Cierro la puerta detrás de mí.

Veo cómo con rapidez Mérida se dirige al escritorio y apaga la pantalla de su computadora y la tableta digital antes de girarse y alzar la barbilla de forma obstinada cómo si me retara a iniciar la conversación.

Me encantan los retos.

—¿Estás borracha? —pregunto.

—No.

—¿Ni una gota de licor?

—Solo una copa de vino robado a mi mamá.

—Entonces el mensaje fue escrito en pleno uso de tus facultades.

Pienso que su naturaleza a veces tímida lo hará negarlo con alguna tonta excusa que no estoy dispuesto a fingir creer, pero me sorprende.

—Fui muy consciente.

El mensaje me tomó por sorpresa, tanto por su contenido cómo por el hecho de que estaba tan cansado de luchar contra mis pensamientos que terminé viniendo, así que sus palabras llegaron cuando ya estaba a mitad de camino.

Han sido semanas rarísimas, no sé si me he obsesionado con los besos, pero al menos una vez al día pienso en ello. También la recuerdo vulnerable con la muerte del Señor Enrique y aunque quería decir muchas cosas en nuestros repentinamente raros mensajes, me limité a ser un "buen amigo" aunque no sé si lo estaba siendo teniendo en cuenta que sus respuestas se volvieron cortas e incluso cortantes, estoy seguro de que estábamos a nada de volvernos esas personas que pasan al olvido en la vida del otro cuando los mensajes dejan de llegar.

No quería eso.

No quiero eso.

Así que mientras leía un trabajo de investigación sobre un virus en animales herbívoros siendo descubierto, me llegó un mensaje picante de Tanya invitándome a tener sexo, el típico mensaje al que acudo, pero entonces no quise y pensé en qué estaría haciendo Mérida y si estábamos acercándonos al fin de nuestra peculiar relación.

Y justo en ese momento fue cuando sucedió. Fue inesperado, pero al mismo tiempo necesario: tuve la famosa epifanía conceptual que predica mi gemelo.

Mérida me reconoce, valora mi trabajo y vocación, confía en mí, me canta y enseña canciones en español, me da las sonrisas más bonitas y me da los besos más deliciosos que he tenido en mi vida y mira que he sido un gran besucón a lo largo de mi joven vida.

+21 (Libro 2 Saga Inspírame) Disponible en libreríasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora