— Ya terminé con lo que me pidió, Moreau-san — habló el hombre, dejando unas cajas en el suelo.
— Quítale el «san» se escucha extraño — se acercó — muchas gracias, Imai... Yo sabía que me serías útil~ — le dió unas palmaditas en el hombro y se dispuso a registrar el contenido de las cajas.
Imai Shōta; nombre del ladrón que hace no mucho intentó robar en la tienda.
Resultó ser un ex presidiario que decidió irse por el mal camino nuevamente, robando para conseguir dinero y así poder sobrevivir. Esto gracias a que en ningún lado querían contratarlo por sus antecedentes.
La chica se sentó a conversar con él y decidió ofrecerle trabajo, necesitaba manos extras en algunas áreas y siendo solo el pecoso y ella, las cosas solían complicarse un poco. El hombre aceptó de inmediato y prometió pagar por su comportamiento anterior.
Era ridículamente grande e intimidante físicamente, más las numerosas cicatrices de posibles peleas en sus musculosos brazos, espalda y rostro. Cabello castaño claro algo largo, su mandíbula era cuadrada con un poco de barba, ojos rasgados de color café, piel bronceada por el sol y sus facciones realmente masculinas iban a la perfección con todo lo demás de su apariencia.
También debía hacer de conejillo de indias del chico pecoso, quien resultó buen tatuador a pesar de ser un novato en pieles reales. Lo bueno es que al menos le dejaron escoger el diseño de los tatuajes, podría ser su sujetó de prueba pero si esa tinta se quedaría por siempre impregnada en su piel, debía gustarle.
Comenzó a sentir respeto hacia esa chica que apenas y llegaba a la altura de su pecho, luego de tener bastante claro que no trataba con alguien débil y que si ella lo deseaba, podría matarlo en un parpadeo. Debía admitir que a veces le daba un poco de miedo.
— ¿Ya llegaron, onēsan? — preguntó el chico pecoso, viendo como la chica sacaba algo de las cajas.
— Si — contestó simple — y algo más que pedí... Es un regalo para ti — dijo en una sonrisa, entregándole una caja más pequeña que las demás.
— ¡Oh por Dios! — exclamó. Sus ojos cómo cielo despejado, desprendieron brillitos — ¡Gracias, gracias, gracias! — agradecía repetidas veces mientras abrazaba a la mayor — ¡Ima-san, mire! ¡Ya tengo mi propia máquina! — dijo corriendo hacia el hombre que se encontraba acomodando algunas cosas que le había pedido (N).
— Jajaja~ — se rió con dulzura.
=•=•=
— Tachibana, iremos al bar de Moreau ¿No vienes con nosotros? — preguntó su compañero de trabajo, recogiendo sus cosas para salir con los demás.
— No — respondió seco, demasiado concentrado en lo que hacía como para perder el tiempo en dar una respuesta más larga.
— Hombre, trabajas demasiado — soltó un pequeño suspiro — ¿No tienes nada con que pasar tus ratos libres?... No lo sé, algún deporte... Un hobby... ¡O quizá una mujer que te haga compañía! — exclamó.
— No tengo tiempo para esas cosas — respondió con tranquilidad sin despegar la vista de lo que estaba leyendo.
— Si tú lo dices... — se encogió de hombros, no queriendo darle más importancia al asunto — si es que cambias de opinión, es el bar que está a unas cinco cuadras de aquí... Adiós — y sin esperar respuesta del contrario, pues sabía que no se la daría, salió junto a los demás.
Cuando supo que estaba solo, dejó de lado los papeles que tenía en las manos y soltó todo el aire que estaba reteniendo en sus pulmones inconscientemente.
Refregó las palmas de sus manos por toda su cara, en muestra de frustración y un poco de estrés.
Decidió irse, prefería estar en la comodidad de su departamento que en un ruidoso bar con sus compañeros de trabajo.
El viaje desde su trabajo hasta su edificio fue exactamente el mismo de siempre. Silencioso y aburrido.
Cuando entró, lo recibió la soledad de todo los días, se estaba acostumbrando a esto. Sabía muy bien que sino fuese por las visitas que le hacía su hermana, ese departamento no sólo estaría vacío, también se sentiría muy frío.
Quito sus zapatos, se despojó del cinturón y desabrochó los botones de su camisa en total lentitud. Con taza de café recién hecho en mano, se fue camino a su pequeña oficina para seguir analizando las pocas e inservibles migajas que dejaba Snake hasta que le diera sueño.
Lamentablemente, toda su concentración fue arrebatada cuando las palabras de Komatsu llegaron a su mente. Intentaba ahuyentarlas, prestando total atención a las noticias e informes donde aparecía el apodo del criminal; sin embargo, las mismas fastidiosas palabras del ojiverde se atravesaban en su cabeza una y otra vez.
— Una mujer... — susurró para si mismo — no... No necesito una —.
Asa e Imai.
En esta historia aparecerán bastante dibujos de los personajes que hoy integrando.
Les ayudará un poco a su imaginación.
Bye bye~
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Snake • Tokyo Revengers
Fanfiction«Su piel suave escamosa, historia detrás traer. Su boca partida en dos, te invitará a caer. Sus ojos oro veneno te harán seder... Muy pronto tendrás que correr, o tu identidad podrás perder» ... En tu mente nunca debe haber espacio para el arrepenti...