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Tocó un par de veces la puerta, esperando pacientemente a que alguien vinera a abrirle.

— ¿Tus amigos venían hoy? — se escuchó la voz femenina desde dentro.

— No, onēsan — respondió otra voz, esta vez desconocida para el pelinegro.

— Que raro — murmuró antes de abrir — oh... ¿Tachibana? — preguntó alzando una ceja.

— Te quiero invitar a salir — soltó como si nada — una cena —.

— Pierdes el tiempo... Komatsu vino hace algunos días con el mismo truquito. Dile a tu jefe que por más intentos que haga, no voy a volver a ayudarlos —.

— Espera... No vengo con esa intención, de verdad quería invitarte a salir — colocó sus manos sobre la puerta cuando ella intentó cerrarla.

— ¿Para que o que?... No es necesario ser un genio para darse cuenta que entre tú y yo ni siquiera existe un trato amigable — permitió a la puerta ser abierta de nuevo, cruzando los brazos se le quedó mirando entrecerrando los ojos.

— Precisamente por eso es que quiero invitarte a salir... Ni tú ni yo sabemos porque nos llevamos tan mal, así que... ¿Por qué no comenzar de cero? —.

— Tanto tú cómo yo sabemos que no nos llevamos del todo bien porque nuestras personalidades y estilos de vida chocan demasiado... Así que no, tu comienzo desde cero y toda esa estupidez se la puedes decir a otro. Adios, oficial Ta-chi-ba-na — lo empujó un poco para que al cerrar la puerta no le diera en la cara, pero el nuevamente la frenó con las manos — ¿Que? —.

— Es solo una cena, por Dios... Nada te cuesta decir que si —.

Rendirse no era una opción, debía comenzar una investigación más profunda, ganar su confianza era punto clave pero ella se la dejaba difícil.

Además de que debía ponerle rapidez al asunto, gracias a un acontecimiento que dejó a la policía patas arriba. Todo se salía de control a la velocidad de la luz y eso no le agradaba en lo absoluto.

Hace pocos días atrás, el criminal de apodo Snake, logró burlar la seguridad de dos cárceles y matar un preso de cada una sin ningún esfuerzo.

Los oficiales vieron lo sucedido como descabellado, ilógico, imposible, ridículamente peligroso y una completa locura.

Sin fotos.

Sin videos.

Sin, absolutamente, nada.

Las cámaras de seguridad no lograron grabar nada útil. En algunos fragmentos de los vídeos se ponía todo negro y cuando la imagen se acomodaba, no había más que un pasillo vacío o algunos guardias pasando. La misma escena en los dos retenes.

Lo que más le frustraba al pelinegro es que la información de (N) estaban en su santo lugar. Era la ciudadana perfecta, por así decirlo; sus pagos al día, sin antecedentes, papeles en orden, contaba con los permisos de sus negocios, además de la tutoría legal de dos menores. Todo estaba ridículamente perfecto, eso sería lo único sospechoso, pero era estúpido sospechar de alguien tan ejemplar.

No le importaba parecer un estúpido al sospechar de ella por culpa de un acertijo dicho por un paciente psiquiátrico.

— ¿Entonces...? — trató de sonreírle, solo le salió una mueca que le generó más desconfianza a la chica.

— Mi respuesta sigue siendo no —.

— Pero ya hice la reservación en el restaurante — informó, implorando a los dioses por que ella se apiadara un poco de él.

— Ese no es mi problema —.

Bueno, a veces se le olvidaba que las palabras compasión, empatía y piedad no se veían demasiado en el diccionario Moreau.

Mami, ya teminé — llegó un pequeño de cabellos puntiagudos tan naranja como una mandarina. Alzaba sus brazos mostrando un tazón vacío, mientras sonreía de oreja a oreja y todo el borde de su boca se manchaba con comida.

— Ahora voy contigo, pequeño... ¡Asa, limpia a Taishi! — exclamó en cuanto el pequeño regresó adentro.

Naoto observó toda la escena en silencio, se le acaba de ocurrir una idea.

— ¿Entonces no aceptarás? —.

— Ya te dije que no, Tachibana —.

— Bien, bien... No insisto más — hizo una leve reverencia hacia ella — lamento las molestias causadas, espero poder salir contigo más adelante, por ahora te dejaré en paz —.

— Gracias — suspiró levemente.

— Ten un buen día, Moreau —.

— Si... Igualmente — dicho ésto, pudo cerrar la puerta exitosamente.

— Manos a la obra, Naoto — se dijo a sí mismo, emprendiendo camino hacia su auto.

Primera misión: conquista al mocoso.




Bye bye~

Snake • Tokyo RevengersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora