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Altas horas de la madrugada, acababa de terminar su llamada con Imai, en donde le pedía que se quedará junto a Asa y Taishi hasta que ella llegara, prometiendo una paga extra por eso.

El de cabellos claros no tenía ningún inconveniente, después de todo, vivía solo y era mucho mejor estar al cuidado de los dos menores y así recibir una buena cantidad de dinero.

En el departamento del pelinegro, con Komatsu ausente por tener que regresar a su casa antes de la media noche, la chica de ojos oro era su única compañía.

— Yo misma me voy a encargar de que se pudran en el infierno... — murmuró para sí misma, apretando la mandíbula mientras leía con rapidez el informe de una organización criminal a la cual pertenecían los padres del pequeño que ahora residía en su casa.

— ¿Dijiste algo? — preguntó, entrando a la pequeña habitación con dos tazas de café recién hecho, los ayudaría a mantenerse despiertos.

— Nada importante — respondió tranquila, tomando en sus manos la tibia taza que le ofrecía el mayor — ¿Tienes algo? —.

— Aún nada, sigo creyendo que esa organización tuvo algo que ver en la desaparición de todo lo que estaba en la casa — se paró a un lado de la chica para ver lo mismo que ella en la laptop.

— Lo mismo pienso yo... ¿Y que hay de ese chico que vivía al lado?... No creo que a estas alturas siga con vida. Si lo raptaron seguramente fue para eliminarlo, ya que gracias a él la ubicación de los sujetos fue revelada — se terminó el café de un trago y dejó la taza vacía a un lado.

— Su paradero sigue en investigación — suspiró con pesadez — esto es estresante ¿No? —.

— Un poco — dicho esto, cerró la laptop y se levantó de su asiento, dejando muy confundido al de ojos azulados.

— ¿Que crees que haces? —.

— Me voy, es bastante obvio —.

— No hemos terminado, quedan otros documentos que revisar —.

— Pues ese es tu trabajo ¿No? — se encaminó a la puerta luego de recoger sus cosas, pero antes de tocar la perilla la mano masculina apresó su muñeca con firmeza — suéltame, Tachibana — pidió amablemente, mirando directo a los ojos azules.

— Hasta que no termines con lo que te corresponde, no te irás... En la oficina te pasas la autoridad del jefe por el... — apretó los labios — pero aquí no permitiré eso —.

Sin el de cabellos cobrizo presente, era muy probable a que estos dos se terminarán peleando cómo perros y gatos por cualquier estupidez, más bien era una especie de milagro la tranquilidad que había anteriormente.

Komatsu tenía esa extraña habilidad de crear un equilibrio, al llevarse bien con los dos, mantenía sus discusiones a raya la mayoría del tiempo. Sin él, las cosas se salían de control.

— Es TU jefe, no el mío... Ustedes me pagan para que los ayude en sus investigaciones y eso es todo. No me trates como si fuese uno de tus inútiles compañeros — lo apartó de un empujón y le dió la espalda, dispuesta a retirarse de una vez por todas.

La tomó de nuevo de la muñeca, atrayendola hacia él en un pequeño tirón. Evitando que se escapara, la estampó contra la pared más cercana e hizo presión con todo su cuerpo, aprovechando ser más grande que ella en muchos sentidos de la palabra.

— Te dije que no te irás hasta que termines con lo que te asignaron, Moreau — habló demandante, comenzando a sacar sus esposas.

De una u otra manera haría que se quedará a terminar con el trabajo asignado, sin importar qué tuviera que amarrarla a una silla o esposarla al escritorio.

Por otro lado, la cabeza de la chica era un lío por la comprometedora escena. Sus pechos estampados contra la fría pared, las piernas ligeramente abiertas en donde el pelinegro estaba metido sin vergüenza alguna, restregando el miembro en su trasero por los movimientos que hacía al intentar esposarla, sumándole la presión que ejercía la grande y fuerte mano masculina sobre sus muñecas.

Él no parecía darse cuenta y seguía en lo suyo, ella estaba comenzando a agitarse involuntariamente... ¿Masoquista? Un poquito.

— ¿Podrías soltarme? Me estás comenzando a lastimar — pidió con un tono de voz tan sensual que le erizó la piel al pelinegro, luchando consigo misma para no soltar algún jadeo que pudiera delatar su estado.

— ¿Cómo garantizo que no intentarás escapar otra vez? — se rindió en ponerle las esposas pero no la soltaría hasta estar cien por ciento seguro. Y el tono de voz que ella había utilizado le generó más desconfianza.

— E-eres tan idiota... — se maldijo mentalmente por haber tartamudeado.

Quería que se quitara, de verdad podía sentir TODO el miembro presionando su entrada –que muy probablemente y ya estaba húmeda– desde su posición. Además, la respiración del pelinegro chocando contra su cuello no le era muy relajante tampoco.

Naoto por fin pareció darse cuenta de la posición, al observar cómo el bulto en su pantalón causado por la erección de su masculinidad estaba ubicado en medio de las nalgas femeninas. Se separó en menos de lo que tarda un latido, se sentó en silencio en su escritorio e ignorando la erección en sus pantalones –que aún no sabía porqué la tenía– se concentró en su laptop.

Dejándola a ella lidiando con su caos, aún recostada en la pared mientras sus piernas temblaban ligeramente y respiraba agitada.

— ¿Ocurre algo? — preguntó sin dirigirle la mirada.

— No. Envíame los demás documentos — pidió la fémina, volviendo a su puesto cómo si nada hubiera sucedido.

— Ah... Si —.


Bye bye~

Snake • Tokyo RevengersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora