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Edificio en medio de una zona no muy habitada y casi completamente abandonada.

Siendo el acompañante en esta ocasión a petición del pelirrosa.

Tres sujetos atados se hallaban arrodillados en el suelo, pronto pagarían con su vida la deuda que tenían con la organización. Una situación bastante común, a decir verdad, por lo que su máscara de mantenía sobre su cabeza, permitiendo a los tres hombre apreciar su rostro tranquilo.

Tic tac tic tac~ el tiempo se acabó~  — cantó sonriendo el de cabello rosa, jugando con el arma en sus manos.

Los hombres se veían sospechosamente tranquilos para la posición en la que estaban, tanto ella como el chico de las cicatrices en la boca no pasaron desapercibido ese comportamiento.

Por lo que se mantenían alertas a todo movimiento que se llevara a cabo en su alrededor.

— Algo raro pasa — murmuró la chica.

El típico sonido del seguro de un arma siendo quitado resonó en el silencioso lugar, ella por insistió movió su cabeza hacia un lado al no ser el arma de su acompañante.

Esa sin duda fue la mejor idea que tuvo en toda su existencia, ya que gracias a ese movimiento tan repentino que realizó por mera corazonada, evitó que su cabeza se abriera a la mitad de un balazo.

Sin embargo, la máscara sobre su cabeza recibió el impacto en un costado, aflojando su agarre a causa de abolladura en el metal.

— Son policías — avisó el pelirosa.

— Jajajaja~ ya entiendo — murmuró divertida.

Bajó el artefacto metálico –ahora flojo– sobre su rostro para cubrirlo totalmente, se volteó sacando su arma y disparó sin pensarlo en dirección al sujeto escondido que se atrevió a intentar matarla.

— Brujas... — susurró — vaya que ustedes son patéticos jajaja~ — le dijo a los sujetos en el suelo que ahora sí se veían asustados — tú haz lo que tengas que hacer... Yo iré afuera — le informó a su acompañante.

Exactamente seis minutos más tarde volvió, trayendo consigo dos armas de uso policial en ambas manos.

— Por ahora está despejado, pero no tardarán en llegar más... Vámonos —.

Los dos salieron dirección a la moto que los trajo, olvidando por completo a los tres cuerpos sin vida que dejaron tendidos sobre el suelo de aquel remoto edificio.

— Sujetate, el viaje será turbulento — avisó con una sonrisa sádica plasmada en su cara.

Se abstenía de consumir sus pastillas al estar junto a ella gracias a unas cuantas amenazas, pero eso no garantizaba que su estado mental estuviera en óptimas condiciones.

Arrancó la moto sin previo aviso, la chica detrás saltó en su lugar y tuvo que sujetarse de inmediato para no caerse.

— Maldito hijo de pu- —.

Frenó de golpe para poder cruzar en una esquina, ocurrió tan rápido que no tuvo más opciones que mantener su trasero pegado al asiento de la moto.

La máscara se había caído.

Aguantando sus ganas de insultarlo en seis idiomas diferentes y bajarse a recogerla, no podía darse el lujo de mostrarse expuesta. Rebuscó en los bolsillos del conductor, encontrando un tapabocas negro que colocó apenas tenerlo en sus manos, ahora sólo su cabello y ojos quedaron un tanto descubiertos, pero la sombra que generaba la capucha junto con la negrura de la noche lograban opacar lo suficiente.

Giró su cabeza hacia atrás, sin los radares de la máscara debía ver por sí misma que tantos policías les pisaban los talones. Tal como predijo, no tardaron en llegar más... Y más... A tal punto que si no se deshacían de ellos, serían interceptados más adelante.

— Que comience la casería de brujas~ — susurró, adornando su rostro con una sonrisa torcida.

Presumiendo su flexibilidad y agilidad, logró voltearse sin mucho esfuerzo, quedando espaldas a su descuidado conductor, apretando sus piernas en un intento de tener mejor agarre y no caerse de la moto. Hubiera atado una correa a sus cinturas pero el tiempo escaso no dejaba.

Sacó de sus ropajes las armas recientemente robadas y se preparó para empezar a derribar policías como si de hormiguitas se tratara.

— Yo me encargo de ellos y tú procura mantener la vista fija en el camino... Si llegamos a caernos, me encargaré personalmente de que todo tu feo rostro de adicto quede embarrado en el asfalto — lo amenazó fugazmente, susurrando en su oído, él soltó carcajadas en respuesta.

Apretó el gatillo, la bala hizo su recorrido de manera veloz, impactando en el cuello de un oficial en moto, dando la señal a los de su bando para abrir fuego en su contra.

Mientras los uniformados disparaban a diestra y siniestra, ella no desperdiciaba ni el más mínimo tiro. Primero se deshizo de las motos, dando siempre en lugares donde acabarían muertos casi de inmediato.

Luego se fue por autos, teniendo vidrios blindados se le dificultaba un poco la tarea de acabar con sus vidas de un disparo. Sin la máscara no podía utilizar sus bombas adheribles ni ninguna de sus demás herramientas, atentar contra las ruedas para dejarlos fuera de carretera parecía ser su única opción.

— Fu~ Fu~ se acabaron — comentó aliviada, hasta que el roce de una bala hirió su mejilla, haciéndole un pequeño corte — o tal vez no —.

Calle a su derecha, una patrulla a toda velocidad salió, sin duda era la última, quizá un intrépido y desobediente policía que no quiso seguir el patrón de sus demás compañeros.

— Ustedes siempre son los primeros en morir — comentó empezando a apuntar.

Ventana del copiloto, justo antes de soltar un disparo, el cuerpo del pelinegro se dejó ver ante sus ojos. Sentado sobre la puerta mientras una mano se sujetaba del techo y la otra apuntaba en su dirección con un arma.

Se congeló al tenerlo en la mira.

— ¡Disparale! — le gritó Haruchiyo, quien miraba todo desde el retrovisor.

No hizo caso, se mantuvo inmóvil aún apuntando al igual que su contraparte, ninguno de los dos disparaba.

Naoto por la escasa cantidad de balas en su armamento, debía apuntar bien para que no fuese un desperdicio haberse pasado las órdenes de su superior por el Anastasio. Lamentablemente, el movimiento de ambos vehículos le dificultaban la tarea a niveles estresantes.

(N) por simplemente no querer hacerlo. ¿Cómo matas a quien estás comenzando a querer?... No es que no quería, es que no podía.

— ¡Maldita sea, Snake! ¡Nos están alcanzando! —.

El grito desesperado de su acompañante la hizo reaccionar, guío su mano hacia las ruedas y disparó. Si ella no se atrevía a matarlo, él si lo haría por no reconocerla.

El auto patinó en el asfalto y se escuchó un segundo disparo. Ese había sido Naoto en un intento desesperado por no dejar que se escaparan.

Pero ya era demasiado tarde.

Escaparon.




Bye bye~

Snake • Tokyo RevengersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora