Parte 21.- Sepulcro maldito

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El monorriel se detuvo justo frente a la entrada de lo que parecía el descenso al infierno. La bóveda 333 era la más profunda del banco de Gringotts. Oculta en lo más abismal del subterráneo. Custodiada por miles de cascadas encantadas con "la perdición del ladrón". Rodeado de piedras tan negras que parecían carbón. Y con un olor tan nauseabundo que podían verse insectos muertos en el suelo.

--¡Imperio! – Ben Hope procuraba mantener el maleficio Imperius después de que este se desvanecía por las cascadas anti saqueadores. Controlar la mente del duende repetidas veces comenzaba a ser desgastante.

--Acceso... concedido... a la Bóveda 333. Por favor... síganme –la voluntad de Ben poseía al jefe Guverk. El acceso a tales puertas solo podía ser concedido por la más alta autoridad de Gringotts.

Ben puso los pies fuera del transporte. El suelo estaba completamente pastoso. Una viscosidad café, más espesa que el lodo se embarró en sus zapatos. De haber pisado más fuerte se hubiese hundido en ella.

La escolta de los dos hombres de armadura blanca, revestidos de largas túnicas procuró tener cuidado con el contenedor metálico en forma de cilindro que transportaban.

--¿Qué es esta porquería? –Andrew Allen estaba furioso por encontrarse en un lugar tan repulsivo, del que incluso las ratas parecían huir.

--Son cadáveres putrefactos y licuados de los animales que aquí mueren. La misma magia siniestra que irradia del cadáver de Voldemort termina por hipnotizarlos y matarlos. Nadie ha bajado a este lugar desde la vez que fue sellado. Soy el primer duende que lo hace. Nadie puede bajar. Abrir esta bóveda es un delito que el Ministerio penaliza con la ejecución. Denme la linterna por favor –la luz del candelabro que Guverk sujetaba iluminó un par de gigantescas puertas de color gris. Eran tan grandes que un dragón parecería diminuto frente a ellas. Tenían grabados múltiples dibujos. Algunos eran rostros con una sonrisa sardónica que mostraba los colmillos. Otros eran imágenes irreconocibles de algo parecido a monstruosidades similares a los Dementores.

--Es increíble lo primitiva que es la tecnología de estos seres –comentó uno de los escoltas.

--La llave por favor

Y tras la petición, uno de los soldados blancos sacó del monorriel un cubo hecho de oro, el único objeto brillante en todo el lugar. El duende acercó el prisma a la puerta, el cual encajó a la perfección en un hueco cuadrado; tras lo cual, números arábigos del 0 al 9 aparecieron en las puertas, acomodados todos en una ruleta similar a la de un teléfono de disco antiguo.

--Vigésima quinta letra del alfabeto –y después de pronunciar esas palabras, la ruleta se desplazó siguiendo una trayectoria circular hasta que el número dos hizo contacto con el cubo, posteriormente el número cinco tuvo el mismo destino--. ¡Octava letra del alfabeto!

Y con cada orden, la rueda numérica deslizaba los respectivos números hacia el cubo.

--¡Vigésima segunda letra del alfabeto! Y por último...

Y tras mencionar ese número, el cubo frenó su velocidad lentamente. Y el jefe Guverk cesó de pronunciar números. Y como si el tiempo se hubiera distorsionado, el monorriel en el que todos habían venido comenzó a oxidarse paulatinamente hasta que se cayó en pedazos, envejeciendo en tan solo unos pocos segundos.

Los escoltas levantaron sus armas de fuego apuntando hacia el duende, que ahora permanecía paralizado y viendo hacia las puertas gigantes con la mirada perdida.

--¿Y bien? Abra la bóveda, si no quiere terminar con una bala en el cráneo.

Pero el duende se mantenía estático. Sonriente, relamiéndose los resecos labios y sus afilados colmillos. Giró lentamente su rostro hacia los criminales y poco a poco una gran risa pudo escucharse viniendo de él.

Heartstopper/Harry Potter Episodio 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora