Parte 19.- Asalto a Gringotts

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El sol apenas comenzaba a asomarse. Pero para los obsesivos duendes, esto no hacía la más mínima diferencia. Si trabajar desde tempranas horas de la madrugada era necesario, esto se hacía sin protestar.

Una tras otra, las hojas bancarias eran selladas: "Crédito aprobado. Hipoteca casa Weasley", "Pago recibido. Luna Lovegood", "Retiro de saldo en efectivo. Draco Malfoy".

Dos magos elegantes, vestidos con túnicas blancas y armados con varitas doradas, vigilaban la entrada a las bóvedas del banco.

El jefe Guverk permanecía sentado en la mesa más importante. Las orejas puntiagudas, los mechones de cabello blanco apenas presentes, y los dientes afilados resaltaban perfecto con su balanza dorada; proyectando la imagen de un digno sucesor para ese puesto.

De pronto una entrada teatral. La puerta doble del banco se abrió con violencia, azotándose contra la pared. El ruido llamó la atención de todos los duendes presentes, incluyendo el jefe Guverk.

Un muchacho, que ocultaba su rostro con una capucha y su cuerpo con una enorme túnica, entró acompañado de seis hombres con el mismo atuendo. Los seis formando una elegante escolta militar, con tres a la izquierda del chico y tres a su derecha.

--¿No leyeron el letrero? Aún no abrimos –el jefe Guverk fue tan tajante que hizo recobrar la tranquilidad a sus trabajadores, haciendo que volvieran a sus tareas.

--Lo siento mucho. Pero este retiro es urgente. Es un asunto de gran importancia para el ministerio.

--Y... ¿Puedo saber el contenido de qué bóveda es tan urgente?

El muchacho se retiró la capucha y descubrió su cabeza, mostrando un rostro ya bastante conocido para los duendes debido a su aparición en los carteles divulgados por las autoridades.

--Bóveda 333.

El silencio imperó absolutamente. Los duendes se sintieron nerviosos con tan solo escuchar esa combinación de números. Los magos guardianes apuntaron sus armas doradas al intruso y sus acompañantes sin que éstos hubieran siquiera movido un dedo.

--Benjamin Hope –saludó el jefe Guverk presionando un discreto botón por debajo de su escritorio--. ¿Viniste sin siquiera una poción multijugos? Me insultas.

--Bóveda 333 señor. Coopere por favor.

El duende apoyó sus manos sobre la mesa para poder incorporarse de su poco ergonómica silla.

--No te molestes niño. Los aurores ya vienen para acá. Tú y tus pseudo-mortífagos cometieron un grave error al venir aquí.

--Temo que... se equivoca –Ben entrelazó sus dedos y comenzó a deambular de un lado a otro sin quitarle los ojos de encima al jefe--. Digamos que los aurores están un... poquito ocupados, con un asuntillo de Dementores en Hogwarts.

Los magos guardianes comenzaron a acercarse poco a poco hacia el muchacho y los seis hombres recubiertos con túnicas y capuchas.

--Así que me temo señor... que nadie va a venir en su ayuda

El duende en jefe perdió la cordura. Si algo era intolerable para un duende era que un ignorante se atreviera a asumir que sabe demasiado.

--Estoy harto. ¡Guardias! ¡Arréstenlo!

Ante tal respuesta, Ben chasqueó los dedos, haciendo que sus acompañantes revelaran sus armas, y aquello que ocultaban bajo las capas.

Pero las armas no eran varitas, ni tampoco cuchillos. ¡No! Con sus dos manos, los seis hombres empuñaron algo que solo podía llegar a verse en el mundo muggle.

Un instrumento completamente negro, con una culata del mismo color, y un pequeño cañón frontal, esperando a ser liberado por el gatillo que los seis hombres sostenían entre sus dedos.

Y sus cuerpos, parcialmente descubiertos por las túnicas, no revelaron ropa. Lo que estos hombres portaban, era una especie de armadura. Blanca y pulcra, pero temible. Sus rostros eran invisibles, pues los recubría un casco blanco con un visor negro; y en la boca, algo parecido a un respirador.

--¡Esto es una maldita blasfemia Ben! ¡Has traído muggles al mundo mágico! ¡Y ahora me exiges acceso a esa bóveda! ¡Te juro niño...!

Ben desenfundó su varita en ese momento, apuntándola al jefe Guverk. La mirada del muchacho era solo la de un niño, pero por alguna razón... al duende le pareció intimidante. Era la primera vez en mucho tiempo que un mago lograba ese efecto en una criatura de esa especie.

--¿Me jura qué? ¿Qué me arrestará? ¿Qué me matará? Si tuviera la fuerza para ello, no necesitaría de los aurores. –Ben volteó la mirada hacia sus acompañantes. Con un nuevo chasquido de dedos y unas cuantas palabras, dio la indicación definitiva--. ¡Maten a los guardias!

Y de las armas de estos muggles no salieron balas, sino proyectiles resplandecientes. Cuyo color rojo escarlata, impresionó tanto a los magos guardianes, que éstos apenas pudieron reaccionar.

Los proyectiles de luz impactaron en el pecho de los dos hombres, haciéndolos caer al instante.

--¿Le digo algo jefe? Cuando era niño mi madre me golpeaba hasta hacerme sangrar por saber hacer magia. Decía que yo era un brujo maldito, una encarnación del demonio.

Hope no pestañeó ni un momento mientras aún tenía su varita apuntando a Guverk. El corazón del duende gritaba de miedo. Muerte. Era lo que este chico había traído consigo.

--Pero con el tiempo me sentí orgulloso por eso. El poder que da la magia es increíble. El poder te permite ganar las discusiones, aunque no tengas ni la más mínima pizca de razón. El poder jefe, el poder... lo es todo.

--¿Qué es lo que quieres con esa bóveda? Sabes lo que yace ahí dentro ¿Verdad? Lo que incluso el ministerio y Hogwarts tuvieron miedo de resguardar. Ni matándome accederás a esa bóveda. Prefiero morir antes que llevarte a ella.

--Claro que sé lo que hay ahí señor. Y no se preocupe, usted morirá; igual que los demás duendes. Son órdenes directas del apóstol. Pero antes...

Y acercando su varita a la frente del duende, Ben Hope pronunció la blasfema palabra, para conjurar uno de los maleficios más atroces de la historia en el mundo de la magia.

--Imperio...

Heartstopper/Harry Potter Episodio 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora