Parte 4.- Caso muggle

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--Descuide directora, puedo entrar solo. –exclamó Charlie, mientras perseguía a uno de los aurores a paso rápido directo a su oficina--. ¡La veo en cuanto termine de rendir declaración! ¡No se asuste directora!

--¡Está bien Charles! ¡Espérame en la recepción si terminas antes que yo! –le gritó Mcgonagall apenas alcanzando a responderle.

--¡Ya entra a la oficina niño! ¡No tengo todo el día! –ordenó el auror señalando un pequeño cubículo en el que una pluma flotante humedecía su punta en tinta negra, con centenas de hojas dispersas a su alrededor.

Mientras la directora de Hogwarts permanecía sentada en la recepción de la ministra de magia, esperando por su turno, los aurores se movían desesperadamente de un lado a otro por los pasillos del Ministerio.

--La señorita Granger quiere los oficios dirigidos al primer ministro de Inglaterra para esta misma tarde.

--¿Para hoy? Dijo que se reuniría con él hasta dentro de una semana.

El personal hacía resonar tacones y zapatos formales contra el elegante mármol del suelo. Algunos se gritaban mutuamente, otros derramaban la gota gorda mientras llevaban un enorme paquete de hojas a la oficina de Hermione, y otros tantos caminaban a paso rápido con ambas manos ocupadas por tazas de café bien cargado.

--¡Necesito la firma de la señorita Granger!

--¡Está libre por treinta segundos mientras recibe una llamada del ministro inglés, apúrate si quieres su firma!

Mcgonagall apretó las manos contra su vestido; no recordaba la última vez que se había sentido tan incómoda. Todas las personas, casi todos exalumnos de ella, ahora se movían imponentes y ocupados de un lado a otro sin siquiera percatarse de su presencia. La compleja burocracia la hacía sentir como una anciana indefensa en un mundo desconocido, un mundo en el que no importaba el dominio de la Magia, el conocimiento de las criaturas mágicas o la habilidad para elaborar pociones; un mundo en el que una hoja de papel firmada podía ser mucho más peligrosa que la mirada de un basilisco.

El sentimiento la hizo extrañar a Charlie Spring, su único acompañante en ese momento. Se culpabilizó de ser lo suficientemente ingenua como para que un oficinista la haya presionado y manipulado en dejar entrar solo al muchacho, incluso siendo éste un menor de edad, más aún si iba a dar una declaración legal tan compleja contra el ex auror Andrew Allen.

--¿Minerva Mcgonagal? –la llamó la recepcionista

--¿Sí?

--Hermione Granger la recibirá ahora.

Minerva no perdió el tiempo en incorporarse de su silla, procurando no gastar ni un segundo más del preciado tiempo que tendría con la ocupada ministra de magia.

La puerta de la oficina de Hermione era doble, con varias grecas y dragones tallados en la madera de la misma. A Mcgonagall le tembló la mano antes de girar la manija y empujar la puerta, repitiéndose una y otra vez a sí misma: "Es tu ex alumna, una vieja amiga, no tienes nada que temer".

Decidida a entrar, dio un fuerte empujón a la puerta de madera, entrando a la oficina, buscando proyectar una sólida imagen de autoconfianza. Pero su poco convincente fachada se entorpeció en cuanto sus ojos contemplaron la belleza e inmensidad de la oficina de Hermione Granger. A la izquierda de su escritorio, una enorme fuente con forma de un basilisco dorado enrollándose en un cerezo dejaba caer agua con un armonioso sonido; el mármol del piso resplandecía por la excelsa limpieza; y su área de trabajo, estaba repleta de papeles que flotaban uno tras otro a un lugar predeterminado en cuanto éstos acababan de ser firmados.

--Tome asiento por favor directora –le indicó Hermione. La ministra de magia no desvió su atención de los papeles sobre su escritorio. Uno tras otro, procuraba leerlos apresuradamente mientras una pluma de fénix flotante dibujaba su firma en cada uno de los documentos--. ¿A qué debo su presencia en mi oficina?

Heartstopper/Harry Potter Episodio 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora