Prólogo.- Pegaso Negro

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La criatura mágica yacía en el suelo indefensa, con el lomo apoyado frente al voluminoso tronco de un pino del Bosque Prohibido, cuyas hojas verdes caían lentamente, revistiendo el pelaje negro del vulnerable animal.

Respiraba rápidamente, mientras en su costado, una gran mancha plateada se acrecentaba con el pasar de los segundos.

--Tranquilo pequeñito, no tengas miedo. Vengo a ayudarte

Rubeus Hagrid tomó una extensa manta de color marrón con cuadros rojos y la presionó contra la herida cubierta de elixir plateado. El perfecto bordado de lana, el calor de la tela y el amigable color de la frazada, hicieron que Darcy Olsson sintiera algo parecido a mariposas en el estómago por la ternura. Mientras que Aled Last no pudo evitar sentirse impactado al ver el tremendo tamaño de la criatura mágica.

Era idéntico a un caballo del mundo muggle; sus brillantes ojos azules mostraban una inocencia solo comparable a la de un niño. Su pelaje negro reflejaba la luz blanca de la noche como solo el más sedoso de los cabellos se atrevería a hacerlo, mientras que algo parecido a una gran ala cubierta de un elegante plumaje rojo se encontraba postrada en el suelo junto con el resto de su cuerpo.

--Señor Hagrid, tal vez pueda ayudarlo. Un hechizo sanador...

Hagrid levantó la mano en señal de alto, mientras con la otra trataba de hacer presión sobre la herida del animal procurando no causarle más dolor.

--No te acerques muy rápido Aled, si él no se siente cómodo con tu presencia, atacará con las últimas fuerzas que le quedan hasta romperte los huesos. No lo culpo por ello, debe estar muy asustado.

Aled cuidó cada paso que daba, sus pisadas hacían crujir las hojas dejadas en el suelo por los árboles del bosque prohibido y posicionaba sus manos tratando de conservar el equilibrio en el terreno boscoso tan inestable. Un paso en falso y probablemente no solo no podrían ayudar al animal, sino que Darcy, Hagrid, y él probablemente acabarían recibiendo un tremendo castigo por las pezuñas del imponente equino.

--Eso es muchacho, muy bien. Ve sacando tu varita y acércate más.

El muchacho hizo caso de la instrucción de Hagrid y extrajo lentamente su varita blanca de la túnica con el emblemático azul de Ravenclaw.

--Vulnera... Sanentur... --Aled ondeó su herramienta mágica de izquierda a derecha a través de la herida de la criatura. Repitiendo el patrón varias veces hasta lograr el efecto deseado.

De manera paulatina, la sangre plateada comenzó a cesar su recorrido. La respiración del animal pasó de ser jadeante y superficial, a llenar vigorosamente sus pulmones de aire puro, insuflando su tórax y exhalando muy lento, dejando salir con su aliento, el intenso miedo que sentía.

--Vulnera Sanentur...

La herida comenzó a aproximar sus bordes, dejando algo parecido a una pequeña cicatriz en cada centímetro de lo que hace unos momentos, era una profunda cortada.

El equino comenzó a levantar su cabeza, y a movilizar sus patas, mientras su cola se movía de un lado a otro en signo de alegría.

--Vulnera Sanentur...

Y mientras el pelaje negro comenzaba a brotar nuevamente, la piel de la criatura mágica empezó a lucir como si nunca nada le hubiera pasado; eliminando el aspecto vulnerable e indefenso de la criatura, permitiendo a la criatura mágica, recobrar su gracia y fortaleza.

El equino se incorporó en sus cuatro patas, movió su cabeza para ondear su colorida cabellera roja; y con su elegante plumaje rubí, extendió sus grandes alas, rebasando por mucho la estatura y la corpulencia de Rubeus Hagrid.

Heartstopper/Harry Potter Episodio 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora