Parte 7.- La Tumba del Padre

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Las nubes habían ocluido por completo la luz nocturna del cielo. El pasto largo, cubierto de rocío, y al que ya nadie le daba mantenimiento, había crecido descontroladamente hasta casi alcanzar la altura de las lápidas más pequeñas del cementerio.

Frente a una gigantesca tumba, cuya leyenda principal se dejaba ver a través de una caligrafía perfecta: "Tom Ryddle Sr. 1905-1943", un caldero burbujeaba un asqueroso aroma. Cualquiera que pudiera olerlo sentiría un inigualable ardor en la nariz, de no estar acostumbrado al olor de los ingredientes.

Al frente del conjuro, el fuego ardiente contenido en un cáliz plateado, apenas radiaba calor a aquel arrodillado muchacho que preparaba los pasos finales de su ritual.

--El cuerpo del mundo material...

Andrew Allen, de brazos cruzados, veía a su prometedor alumno depositar en la repulsiva mezcla, una ensangrentada mano cuya piel grisácea y músculos desgarrados desde la muñeca, dejaban ver que la extremidad no había sido cortada, sino desgarrada con una impresionante furia.

--La esencia de la vida... --Ben Hope vertió en la mezcla, un espeso elixir plateado contenido en un pequeño recipiente de cristal. Gota tras gota, la sustancia cayó al interior del caldero.

El líquido plateado tornó toda la poción nigromante en un color completamente negro, acompañado por unas delgadas líneas rojo brillante.

Ben Hope buscaba dentro de su mochila, el último objeto para poder completar el ritual. Un objeto, temido por todos los magos e incluso por algunos aurores.

La gran cortada en su espalda, realizada por el Sectumsempra de Andrew Allen como castigo a sus fallos, aún ardía y entorpecía su movimiento. En su mano, una extraña cicatriz, aún cubierta de sangre fresca y cuya forma adquirida era la de un conjunto de letras, que desvelaba una temible reflexión escrita en letras mayúsculas: "NO DEBO INSULTAR A MI MAESTRO".

--Y el conocimiento... encarnado en maldad pura... --Ben extrajo de su mochila la última pieza: una pluma de ave negra, cuyo raquis, culminaba en una punta muy semejante a la de un bolígrafo común.

Y dejando caer aquel último objeto, el caldero comenzó a hervir. El cáliz ardiente comenzó a incrementar su llama, avivándola hasta equipararse con la altura de la tumba de Tom Ryddle Sr. El viento sopló enfurecido, tratando con toda su fuerza, de volcar el contenido nefasto de aquella poción antinatural.

Andrew Allen aún se mantenía cruzado de brazos. Con una expresión firme, pero con el interior lleno de admiración ante el resultado que su alumno había conseguido tras la lectura autodidacta de los libros prohibidos durante su estancia en Hogwarts.

Ben Hope se sentía orgulloso de ver a la naturaleza protestar con furia ante el resultado de todo su esfuerzo. Los años invertidos en traer de la muerte a un mentor que pudiera adiestrarlo en la supremacía del poder, por fin comenzaban a dar frutos.

--Abrirán las puertas... para que el Apóstol Oscuro pueda cruzar... a este universo.

Y repentinamente, la llama del cáliz se apagó. El burbujeo del caldero cesó y el viento no sopló más.

La rabia de la naturaleza fue sustituida por una silenciosa calma, que envolvió el cementerio, casi mofándose del nigromante ritual de Ben.

--Es la tercera vez que fallas Hope. No hagas que me arrepienta de no haberte ayudado a escapar de Hogwarts.

--Tenga paciencia, maestro. Ya pude contactar al Apóstol Oscuro dos veces, usted estuvo presente en la segunda. Hemos seguido el ritual al pie de la letra.

--No mi querido aprendiz... El ritual que Peter Pettigrew hizo para resucitar a Voldemort desapareció por completo. Tú has intentado reconstruirlo mediante tu conocimiento de rumores y libros viejos.

Hope hizo nuevamente caso omiso de lo que podría llegar a interpretarse como un insulto. No perdió tiempo en intentar complacer a su maestro, en cambio se dedicó a analizar el fallo del actual conjuro.

--¿Dónde consiguió la carne esta vez maestro? –preguntó Hope ignorando el comentario de Allen.

--Tuve que arrancarle la mano a un auror del MACUSA. Matarlo no fue nada fácil Ben, así que espero que obtengas resultados pronto.

Andrew Allen sustituyó su admiración por una decepción que lentamente se transformaba en rabia. La primera vez que presenció este ritual había quedado maravillado con el talento de este alumno. Mediante este éxito, ambos pudieron contactar al Apóstol Oscuro, forma en que ambos se referían ahora a esta siniestra presencia, a este demonio lleno de sabiduría y cuyas palabras les dieron a ambos un propósito, una estrategia para alcanzar sus hedonistas y retorcidos deseos.

--Estoy esperando Hope...

Ben se puso de pie, dando por terminado su fallido ritual nigromante. Se limpió las manos usando sus pantalones para despejar el polvo, y se atrevió a hacer aquello que podía ser tomado como una ofensa por Andrew Allen:

--Maestro, el ritual es muy complejo. Es obvio que no va a funcionar siempre. Se requiere hasta un poco de suerte para hacer contacto con el Apóstol.

--La suerte no existe niño estúpido... eso solo es un dicho de los imbéciles... imbéciles como tú al parecer.

Ben pateó el caldero, derramando todo su contenido sobre la tumba de Tom Ryddle Sr; se remangó la camisa, dejando ver a lo largo de todos sus brazos, múltiples cortadas parecidas a las que crearía un arma blanca y se dispuso a responder.

--¿Y qué pagaré ahora por la equivocación? ¿Más cortes? ¿Más "reflexiones" con la pluma negra? –se mofó el muchacho-- Si mi trabajo no le parece... hágalo usted mismo. Maestro estúpido... como le gusta decirme.

Andrew Allen levantó su varita mágica ante tal afrenta y apuntó hacia su alumno. Varias cadenas emergieron del suelo, envolviendo las piernas y brazos del muchacho y poniéndolo de rodillas.

--Parece que la reflexión que escribiste con la pluma negra no te quedó muy clara jovencito.

Las cadenas eran verdaderamente sólidas, el acero del que estaban hechas podía fácilmente despedazar los huesos humanos con solo una petición.

--Al menos no fui yo quien confundió un pegaso con un unicornio y lo dejó a la deriva sin eliminar el cuepo. Andrew... solo eres bueno en duelo y encantamientos, pero eres un inútil en pociones avanzadas y otras áreas. Por eso me necesitas...

Allen hizo emerger del suelo una última cadena, la cual envolvió por completo el cuello de Hope, estrujando ligeramente su garganta.

--Escucha niño... Podría matarte y descuartizar tu cuerpo aquí ¿y qué crees? Nadie se daría cuenta –movió la varita en círculos para ajustar poco a poco las cadenas en el cuerpo de Ben.

--Amenazas de muerte... Insultos... Violencia... Uso de poder... ¿Es todo lo que sabes hacer cuando te acorralan? No eres más que un debilucho que se enmascara en la fuerza, Andrew. No eres diferente al resto de los hipócritas aurores.

El hombre aplicó magia sobre la cadena en el cuello de Hope, haciendo que ésta estrujara con mucha fuerza el cuello de su presa. El estrangulamiento cerró el paso del aire, su pecho cada vez usaba los músculos para inhalar con más fuerza, todo en vano.

--Te voy a matar niño. Solo espero que muestres un poco de ese valor tan notorio cuando la muerte venga por ti.

Y con sus últimas fuerzas, con el poco aire que aún podía respirar, Ben murmuró las palabras definitivas que probablemente marcarían el fin de su vida:

--Y... moriré... como la persona... que pisoteó tu... maldito narcicismo... maestrito Allen.

Heartstopper/Harry Potter Episodio 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora