Alegría compartida

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No sabía que hacer, no podía pegar un ojo y era culpa de su sucia mente.

Recapitulando, hacía dos semanas que había comenzado a hablar con Todoroki después de cada entrenamiento, no había hablado con el sobre lo que pasó la primera vez que se conocieron en el festival deportivo, si no que Todoroki había comenzado hablando de cosas banales, cosas que le gustaban, como su comida favorita, el Soba o sobre su hermana y su madre que amaba mucho.

Era casi surreal para él que no solo estuviera escuchando atentamente todo lo que Todoroki le estaba diciendo, sino que además él mismo le estuviera contando también cosas como que le encantaba ver standups, pero nunca había ido a ninguno en vivo, su restaurante favorito para comer un buen Kimchi picante o como le encantaba la lluvia.

El hombre lo escuchaba atentamente y de vez en cuando sonreía divertido con algo que él había dicho, sorprendiéndolo y haciendo que su corazón se saltara un latido.

Pero todo había empeorado hace tres días, cuando en uno de sus entrenamientos a solas con Todoroki este había quedado debajo de él, con la respiración agitada sudado y enrojecido por el ejercicio.

Por un momento tomó una gran inhalación saboreando las pocas feromonas que dejaba asomar el supresor de olor, era delicioso, de nuevo las fresas maduras le hicieron su boca agua.

Abrió los ojos para encontrarse con los ojos heterocromáticos de su instructor y le sorprendió el hambre que vio en ellos, un hambre que sabía que los suyos también reflejaban.

Se quedaron ahí por lo que pareció una eternidad mirándose, su piel suave y con pequeñas gotas de sudor, que le dieron ganas de beber, pasó a su largo cabello y de repente una imagen cruzo su cabeza, él tomando su cabello con fuerza por la nuca mientras le daba un apasionado beso.

La imagen fue tan poderosa que se sonrojó intensamente y de no ser porque la alarma que habían puesto para terminar su práctica no hubiera sonado no sabría si hubiera hecho lo que su mente pensaba.

Salió tan rápido como pudo y después de eso lo iba a empezar a evitar, pero lo bueno era que sus prácticas en solitario se habían cancelado por una misión que había llevado a Shoto por cuatro días al extranjero.

Aun así, no había tenido respiro, ya que la misma noche del incidente su mente le había empezado a jugar bromas muy pesadas, donde él tomaba fuertemente el cabello de Shoto, mientras este le daba la mejor mamada de su vida.

El segundo día fue peor, se encontraban en la sala de prácticas, Shoto acostado sobre el tatami abriéndole las piernas solo a él, rogándole que lo follara como si no hubiera un mañana y eso era lo que hacía, se hundía en él una y otra vez, haciéndolo gemir fuerte su nombre.

Y ahí estaba en la tercera noche viendo como Shoto lo montaba de arriba abajo en su propia cama, mientras él mordía sus pezones y tomaba sus glúteos para que fuera más rápido.

- Inasa – le gritaba en su oído para después morder su lóbulo con poca fuerza – In-asa me vengo – le dijo mientras lo miraba a los ojos.

- Hazlo, vente cuantas veces quieras – le respondió para besarlo con rudeza.

Dio unas estocadas más y finalmente Shoto soltó un fuerte gemido mientras se corría e Inasa sintió como llenaba por completo a su pareja, sintiendo como su nudo lo aprisionaba en las paredes estrechas.

Cuando finalmente se calmaron el hermoso hombre sobre él lo miró sonriente – Te amo – y su corazón se llenó de una calidez inmensa.

Sus ojos se llenaron de lágrimas y sonrió igual de radiante – Te amo –.

Y despertó, sus ojos estaban anegados en lágrimas de una felicidad que se sentía suya y a la vez ajena, una alegría compartida con alguien muy lejano.

- ¿Qué es esto? - se preguntó más para sí que para que le respondieran.

Tranquilo, solo respira.

Hayate le hablaba con calma, pero podía sentir la turbación dentro de él, era algo extraño ya que generalmente él era el que tenía que calmarlo.

No dijo nada y con el tiempo el sentimiento se fue aminorando más no desapareció.

Te gusta mucho ese chico.

El golpe fue directo a su estómago – ¡Claro que no! - pero su respuesta le supo a mentira.

No seas tan terco, ¿Aún no aclaras nada en esa cabeza testaruda tuya?
- Y mira quien lo dice, cuando algo se te mete en la cabeza nunca lo sueltas – el león sabía que era verdad, pero tenía un punto a su favor.

Tu eres el que lo sueña una y otra vez, habla con él de una vez o nunca dejaras atrás esto.

Y sin más se encerró dentro de él y no le habló en toda la noche. 

El brillo de tu pechoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora