Estaba muerto

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Era su fin, había escuchado el plan de cómo se desharían de ella, no les importaba de cualquier forma, estaría muerta en unas horas.

El plan era llevarla a una zona mala de la ciudad, donde se vendían y consumían drogas, inyectarla con heroína y que muriera de sobredosis.

La verdad no estaba mal, había escuchado de algunos exadictos que cuando llegas al punto de no retorno el sentimiento de felicidad es tal que no sientes nada más que eso. Pensaba que le encargarían a Dabi quemarla, pero querían ser más "sutiles".

A demás como ex-consumidora de drogas, no sería raro para la policía asumir que hubiera terminado así.

Así que ahí estaba ahora, en una sucia bodega llena de basura, olía a orines y vomito, no sabía cómo no estaba vomitando dentro de su boca por el olor, Kurogiri preparaba la aguja que el doctor le había dado.

- ¿Sabes que es irónico? - el hombre no le respondió y siguió con su tarea - Que en realidad nunca probé la heroína, sin importar cuantas veces me la invitaran, me dije a mi misma que era una línea que no quería cruzar - siguió sin decir nada.

Miró lo que estaba haciendo, preparaba el escenario para cuando la policía la encontrara, varias agujas usadas y el equipo necesario para quemar y succionar la heroína, claro que no podía faltar.

Estaba sentada en un sucio sillón, incapaz de moverse por lo que sea que le hayan dado antes de traerla ahí, el hombre la miró al fin.

- Esto no dolerá - su instinto de supervivencia se activó, sin importar cuan deprimida estuviera, el hecho de enfrentar la muerte de esta manera y no es sus propios términos la aterraba, quería vivir.

- Déjame ver en tus ojos una última vez – el hombre se detuvo con jeringa en mano – Quiero ver esos hermosos colores de nuevo – los ojos amarillos vibraron y pudo ver los ojos azules que creía haber alucinado la primera vez que los vio.

Flashes de un encuentro la sorprendieron, estaba en esta misma habitación, el hombre rompió la conexión.

- Es suficiente, detente – el hombre se hizo para atrás, como si ella fuera la que lo fuera a matar y no al revés.

La niebla tembló con más fuerza, un cabello azul como el mismo cielo se asomó era hermoso, pudo ver lagrimas cayendo y cuando la volteó a ver sus ojos estaban rojos no amarillos, no dijo ni una palabra y se acercó con pasos pesados, como si le constara caminar, las lágrimas seguían cayendo y la niebla a su alrededor seguía temblando dejando ver parte de su rostro.

Iba a morir y su lado animal no iba a permitirlo.

Su cola y orejas salieron, ya no estaba atrapada en su cuerpo, saltó y se colocó detrás del sillón con la cola esponjada y las garras listas para hacer jirones al hombre enfrente suyo.

La ventana mugrosa de la bodega se rompió un hombre lanzó unos extraños vendajes al hombre con la jeringa, enseguida una chica con orejas de conejo entró por la misma ventana y mientras el hombre jalaba de Kurogiri la chica sacó un dardo y lo lanzó con certeza hacia su cuello apenas visible.

Miró sorprendida como poco a poco la niebla cedía y el hombre debajo de esa espesa niebla se revelaba, cabello azul, tez morena y unos ojos hermosamente grises.

El hombre de cabellos negros se quedó de piedra.

- Sho...ta - Kurogiri se tambaleó y su espalda parecía convulsionar, de repente unas alas rompieron la tela del chaleco que traía, eran azules como su cabello.

- Oboro – el hombre ahora tenía orejas y cola.

El de pelo azul comenzó a caer, pero los rápidos reflejos del hombre de cabellos negros evitaron que se golpeara contra el sucio suelo.

- ¿Lo conoces? - fue lo primero que la mujer asombrada dijo.

No respondió, estaba en tal estado de shock que no podía responder.

- Estaba muerto – fue lo único que pudo decir. 

El brillo de tu pechoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora