Capítulo XXVI

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Paul se estaciona frente a mi casa, me recargo en el respaldo antes de bajar. Afrontar a Gia es cada vez más difícil, mi celular vibra, lo miro y es un mensaje de Welch.

Ya está listo lo que me pidió, se lo acabo de mandar a su correo. Buenas noches.

Como siempre Welch tan eficiente, ese hombre se merece un aumento de sueldo. Paul me abre la puerta, bajo del auto y camino hacia la entrada. Al entrar no escucho ruido. Subo a la recámara y no hay nadie, hasta que escucho ruido en el baño, Gia sale en bata. Me mira y sonríe. Ninguno menciona nada, camina hacia mí, lentamente se va desamarrando la bata y se la deja caer. Queda completamente desnuda ante mí, no puedo negarlo sigue siendo guapa, pero en mí no provoca nada, menos ahorita que volví a ver a Ana.

Llega hasta donde estoy y me besa, no le correspondo, jala mi labio para que reaccione, pero no lo hago, simplemente no me produce nada. Ella lo noto y de inmediato se aleja.

—La viste —frunzo el ceño al no entender de lo que me hablar— no te hagas el idiota Christian, viste a esa mujer.

Espera mi respuesta, pero no digo nada, se agacha a recoger su bata y se la pone de nuevo.

—¡Contéstame! Viste de nuevo a esa mujer, a la que te hizo tanto daño, te dejo por otro.

—¡Cállate! —le grito, me mira furiosa. Y lo sé, yo igual estaría así.

—Por eso regresamos —se ríe— claro como no me di cuenta, como fui tan estúpida.

Se lleva las manos a la cara y empieza a llorar. Me duele verla así, sé que esto es mi cupa, sé que su sufrimiento es porque yo lo provoco. Ella es la que menos se merece este sufrimiento.

—Gia por favor —me acerco a ella, pero se aleja de inmediato.

—Christian, no... no puedo creer que esa mujer a pesar de todo te siga importando, se casó y tiene un hijo. Hace años que no me tocas por su culpa.

La miro seriamente—. ¿Tu como sabes que ella tiene un hijo?

Ella me mira y se empieza a limpiar las lágrimas.

—Lo vi por ahí, en alguna revista. Pero eso no es lo importante, lo que verdaderamente importa es que ella ha estado en nuestras vidas en todo momento.

—Gia esto no puede seguir así —me mira sin comprender lo que le digo, sé que esto va hacer muy duro para ella, pero es lo mejor para los dos— lo he pensado mucho, esto va de mal en peor, creo que cometimos un error en casarnos, lo mejor es que nos divorciemos.

Ella empieza a negar.

—No, tu no me puedes estar diciendo esto Christian. Te he dado mi vida entera, he estado para ti y tu así de la nada me dices que quieres el divorcio.

—Entiende Gia esto no puede seguir así —retrocede hasta llegar al tocador.

—¡No! Tu y yo habíamos quedado en que lo intentaríamos, en que trataríamos de salvar esta relación, tu... tú me lo prometiste —empieza a hipar, me duele verla así, pero esto es irreparable— es por ella verdad—. Niego, ella se ríe—. Hay por dios Christian no me quieras ver la cara de estúpida que no lo soy, sé muy bien que es por esa maldita mujer, la volviste a ver ¿Qué te dijo? Ya se metió de nuevo bajo tus sabanas.

Me llevo una mano al cabello y me lo jalo, que tonterías está diciendo.

—Eso es una estupidez Gia.

—Claro que no es una estupidez, nunca pudiste olvidarla y ahora que estamos aquí planeas regresar con ella, pero te diré una cosa, ella jamás va a ser de nuevo tuya, porque su marido no le va a dar el divorcio y porque yo no te lo voy a dar a ti, tú y yo juramos ante dios amarnos para toda la vida y no voy a permitir que esa perra te aleje de mi lado.

Prometo no olvidarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora