Capítulo XI

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Salgo como alma que lleva el diablo, necesito aclarar con Ana sobre esta situación. Jamás pensé que mi madre fuera ser capaz de crear toda una serie de mentiras solo para alejarme de la mujer que amo.

Me monto al caballo y tomo el atajo para llegar lo más rápido posible, necesito aclararle todo lo que siento y que estoy dispuesto a enfrentar a todo y todos por defender nuestro amor.

Llego a la hacienda, grito su nombre. La nana de Ana me mira con reproche.

—Joven Christian ¿Qué hace usted aquí? —la miro de inmediato y me acerco a ella.

—Busco a Ana, debemos de hablar. ¡Ana! ¡Mi amor! —corro por las escaleras escuchando los pasos de Raquel tras mi espalda— Ana sal por favor, tenemos que hablar.

Busco en su habitación, pero está vacía.

—Ana por favor sé que estas molesta, pero debemos aclarar lo que paso.

—Joven —Raquel me llama desde hace rato, pero la ignoro—. Joven por favor escúcheme— miro a Raquel— Ana no está.

La miro sin comprender lo que me dice.

—Mi niña ya se fue a Seattle.

Siento como todo el mundo se detiene, la miro para que me diga que es mentira, pero puedo ver dolor en su mirada.

—Si usted hubiera llegado 10 minutos antes la hubiera encontrado.

—No, no —me llevo las manos al cabello, me lo jalo— ¡eso no puede ser! —caigo de rodillas, como deje que pasaran tantos días para pedirle perdón. La perdí.

Las lágrimas empiezan a rodar por mis mejillas. Raquel se acerca a mí.

—Tal vez no sea tan tarde —la miro sin comprender—. Su vuelo sale dentro de dos horas, tal vez puede que la logre ver antes de que aborde.

Asiento de inmediato y me levanto—. Gracias Raquel, muchas gracias.

Salgo de la recámara y corro hacia las escaleras. Antes de empezar a bajar recuerdo que vine en caballo y con el no voy a llegar, y si regreso a la hacienda me tardare más del tiempo que tengo. ¿Qué voy hacer?

—¿Qué pasa joven?

Mis ánimos caen de inmediato. Miro a Raquel que de nuevo me da una mirada confundida.

—No voy a llegar —ella me mira sin entender— vine a caballo.

Ella me sonríe— no se preocupe, le presto las llaves de la camioneta de mi niña, vamos —me toma del brazo— voy por ellas.

Bajamos las escaleras y ella entra a la cocina, se demora una eternidad y yo veo el tiempo avanzar en mi reloj, han pasado 10 minutos que son importantes para ver a la mujer que amo.

Sale de la cocina, ve mi cara de desesperación y camina más rápido, me las tiende.

—Aquí están —las tomo— la camioneta ya está afuera, no se preocupe por su caballo, aquí lo cuidaremos bien hasta que regrese.

—Gracias Raquel, en serio gracias.

Le sonrió y ella me da una sonrisa melancólica. Empiezo a caminar más rápido hasta que la escucho decirme.

—Sala 7 —me detengo y la miro confundido— Ana abordara en la sala 7.

—Claro, gracias, muchas gracias.

—Vaya, luche por ese amor, ustedes si merecen ser felices, sin los fantasmas del pasado.

Asiento y corro hacia la entrada, veo la camioneta de Anastasia y de inmediato subo. Tengo exactamente 45 minutos antes de que empiecen a llamarlos para abordar. Se que si llego el aeropuerto está a media hora.

Prometo no olvidarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora