Capítulo XXXVI

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Christian

Mi cabeza es una bomba de tiempo que en cualquier momento va estallar, Gia me ha visto la cara por cuatro años, cuatro. Esos que si me hubiera dado cuenta a tiempo sería muy diferente y no hubiera cometido los errores que cometí. Camino al elevador sin escuchar los gritos de Ana que están detrás de mí. No quiero saber nada de ella, ni lo que tenga que ver con su familia.

Le marco a Taylor y le indico que tenga el auto ya listo en la entrada de la empresa. Al llegar a la entrada, Taylor ya se encuentra ahí, le pido las llaves y el me las da. Camino rápido sin escucharlo también a él, me subo al auto y el me alcanza y golpea la ventana, pero hago caso omiso y arranco como loco.

Manejo a casa furioso. Los golpes no duelen comparado al dolor que siento en el pecho, y no es porque amé a Gia sino por la mentira en la que viví y me quito por años la felicidad a lado de mi hijo. Como pude ser tan estúpido y no darme cuenta del engaño de Gia, ahora entendía porque muchas noches dejo de buscarme. Por qué en ocasiones ni siquiera hubiera un reproche de su parte, y no es porque la amara, pero el vivir tantos años a su lado me daba ese derecho, yo me culpaba por nuestro matrimonio fallido, porque sabía muy bien que la lastimaba al pensar en otra y resulta que ella me veía la cara.

Llego al edificio y me estaciono como puedo, subo el elevador, tengo tanta rabia dentro de mi que si no la saco voy a explotar y no será nada bueno. Al llegar el departamento esta en silencio.

—Gia... Gia donde estas...

La empiezo a buscar en la cocina, en el gimnasio, en el cuarto de lavado, pero no hay nada. Voy a la planta de arriba pero tampoco, por último, busco en la recamara que compartimos y ella está ahí, en bata, en la cama hay un vino con dos copas.

—¿No crees que es muy tarde para que tu estés en bata?

Ella me mira con los ojos abiertos, claro no me esperaba a esta hora.

—Mi amor era una sorpresa... —empieza a temblar, me rio de lo cínica que es.

—Una sorpresa... —menciono por lo bajo y ella asiente. Mirando a otro lado que no sea yo.

—Vamos a festejar por el bebé y por nuestra reconciliación.

—Si no mal recuerdo hace semanas caíste en depresión y atentaste con tu vida, además el doctor dijo que no podíamos tener por el momento sexo.

—Lo se mi amor, pero te necesito...

Se acerca a mí, pasa sus manos atrás de mi cuello y me mira deseosa. Que hipócrita es.

—A mi o a tu amante.

Abre los ojos como platos y se aleja de mí.

—¿Qué?

—¿Cuántas veces has traído a tu amante y te has revolcado con el en esta cama?

Pregunto sin ninguna pizca de sensibilidad, ella me mira sin poder creer lo que estoy diciendo.

—¿Qué estupidez estas diciendo Christian? Esa mujer ya te enveneno en mi contra.

Me rio, como puede ser tan hipócrita y negarlo.

—Ninguna, si no que tu mismo amante me lo confirmo. Me dijo cuántas veces te entregaste a él como una...

Sin terminar me da una cachetada, la tomo del brazo y la pego a la pared.

—¡Pues quien te lo dijo mintió! Además, estamos esperando un hijo.

—¡Mientes! Porque ese bebé sabes muy bien que no es mío.

—¡Claro que es tuyo! Te recuerdo que varias veces me hiciste el amor. Me entregue a ti, te he dado todo de mí.

—Eso es mentira, porque tu amante ya confirmo todo, además después de nuestra luna de miel solo te toqué una vez más, y no fue como tu dices, esa noche si tomé, pero dormí en casa de Ryan.

Prometo no olvidarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora