Capítulo 29

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Silencio.

El silencio es lo único que se escucha en esta habitación.

Enzo todavía no sale de mí. Suelto un jadeo cuando se acerca a mi oído a susurrarme.

— La fiesta se termina aquí o siempre puedes contestarle por a través de la puerta mientras te sigo rompiendo el coño. — Lo próximo que siento es como nos mueve y pega mis tetas a la puerta mientras sostiene mi cabello en su puño. — Habla.

Joder.

— ¡MamiLe!

— Habla antes de que asuste por estar solo y ahí si que se nos acaba la fiesta cariño. — Muy suavemente vuelve a arremeter contra mi coño. Tan delicado y despacio que no parece ser la misma persona que minutos atrás me estaba por dejar en silla de ruedas sin poder caminar por días.

— Ca...Cariño — Cubre mi boca con su mano cuando empieza a embestir lento pero con profundidad y fuerza.

— No quiero que gimas.— Besa mi cuello y me sostiene por la cintura.

¿No quiere que gima? ¿En serio? ¡Es imposible! Maldito italiano caliente.

— Mamá esta en el baño, ya salgo. Quédate ahí sentado ¿Si? — No recibo respuesta alguna lo único que escucho es el ruido de su camión de juguete.

— Muy bien ahora vas a quedarte así de calladita mientras hago mi trabajo ¿Fui lo suficientemente claro bella?

Asiento como puedo y él nos gira ahora hacia la pared de mármol blanca típica de hospital. Mis pezones duros tocan la pared fría y soltando un jadeo me agarro como puedo de la pared.

Enzo inclina mi culo lo más que puede y empieza a arremeter despacio terminando en embestidas bestiales contra mi pobre coño. Su mano van a mi punto de placer y juguetea con él volviéndome completamente loca.

Mis ojos en blanco por el placer descomunal que estoy sintiendo, deja besos a lo largo de mi espalda y muerde mi hombro. Sale de mi sin previo aviso y cuando estoy por quejarme porque no puede ser tan hijo de puta de dejarme así, me da la vuelta y sube mi pierna a su cadera, con su mano golpea mi muslo en una clara indicación de que suba a la otra.

Amasa mis trasero con sus dos manos y separa mis nalgas para poder volver a entrar en mi. Sin siquiera guiar su miembro con su mano entra hasta el fondo de mi y tengo que morder su hombro para no gritar el ruido del nuestro choque se hace presente. Su boca viaja a la mía y me besa con demencia, invado su boca con mi lengua sin pedir permiso y el la muerde.

Su beso me descoloca, me hace olvidarme que mi hijo está ahí fuera jugando con su camión pero su imagen queda nuevamente en segundo plano cuando sus manos van a mi cadera y vuelve a embestirme con rapidez y dureza. Siento el preciado orgasmo llegar a mi y luego de unas estocadas se viene en mi y como si mi cuerpo estuviera esperando su descarga, yo también me vengo junto con él. Su boca en ningún momento se mueve de la mía.

Un mordisco en mi labio es lo que nos separa, bajo mis piernas de su cadera y me apoyo en la pared. Sus manos no dejan de sostenerme, seguramente debo parecer a punto de desvanecerme porque me guía al inodoro y me sienta allí. Cuando ambos nos recomponemos, nos vestimos de prisa, luego de limpiarnos lo mejor que pudimos claro.

Escucho a Enzo sacarle el seguro a la puerta y ¡Abrirla! No me da tiempo de decirle que saldría yo primero así distraía a Mateo que cuando levanto la cara mojada del lavabo escucho el grito feliz de Mateo.

— ¡Cielo! ¡Mami cielo!

Me seco rápido la cara con la toalla y voy hacia ellos. Mateo en brazos de su padre hace mi corazón estrujarse. Como mi hijo mira maravillado los ojos de su padre y toca sus párpados.

En las garras de la mafiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora