Prólogo

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Narrador omnisciente


5 de Octubre del 1998


Cargaba a la bebé en brazos envuelta en una manta para que no tenga frío, sus lágrimas cayendo por su rostro y su mente trabajando a 100 por segundo

"Ella va a estar bien''

"Va a estar a salvo"

"No va a sufrir"

"No se involucrará en este mundo"

Dejó a la bebé en un canasto y tocó el timbre del orfanato para después desaparecer.

Cuando abrieron la puerta una señora mayor se tapó la boca al ver a ese pequeño bulto en la canasta.

Sin más cargo a la bebé y observó hacia los lados a ver si veía a alguien pero todo estaba oscuro y vacío.

— Hola bebé— saludó la anciana— ¿Quién te habrá dejado en esta fría noche?— dijo mientras le tocaba la carita roja por el frío.

La bebé empezó a quejarse y se convirtió en un gran llanto.

— Bueno, bueno, me parece que alguien está con hambre— dijo la señora—Vamos a darte de comer así no despiertas a los demás chicos.

Y allí salió con ella en brazos hacia la cocina para calentarle un biberón.

7 de Julio del 2000

Elena ya tenía dos años.

Era una pequeña diablilla, que cada vez que hacía algo que no debía te manipulaba con su carita de niña buena que decía yo no fui, yo no quise y así se compraba a todos los adultos del orfanato y ella lo sabía, sabía que no iban a resistirse si ponía su carita compradora.

La dueña estaba reunida con una pareja que estaban buscando la adopción de Elena desde hace meses, con los documentos necesarios ya estaba todo listo para que puedan adoptarla.

La vida no les dio la oportunidad de poder tener hijos, pero no se dieron por vencidos y aquí los ven, luchando hace meses por la pequeña Elena.

Salieron del despacho en busca de Elena, hoy por fin pueden tenerla en casa para siempre.

— ¡Elena!— gritó la mujer para llamar su atención

Cuando la pequeña escuchó su nombre se giró y pegó un gritito de emoción al verlos

—¡Mami!— corrió con pasitos torpes hacia ellos con sus pequeños bracitos extendidos para que la cargue

La muchacha la agarró y dio una vuelta en el aire con su pequeña en brazos que reía con ella.

—¿Como estás mi amor? Te extrañé mucho— dijo dando muchos besos por toda su carita

—¡Bien!— dijo Elena estirando sus bracitos al cielo— ¡Papi! — chilló cuando lo vio.

—Hola mi amor—dijo él y beso su frente.

—Elena— dijo la dueña del orfanato, Ana — hoy vas con tus papis a casa ¿estás contenta?

Elena abrió sus ojitos sorprendida, ella era una pequeña muy inteligente, entendía perfectamente todo.

— ¡Sii!

Y así fueron todos juntos a su casa, nada iba a arruinarles lo que quisieron por años: una familia.

En las garras de la mafiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora