Capítulo 31

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Tomo una respiración profunda, subo y bajo las piernas, mi respiración es entre cortada. Uno, dos , tres. sigo subiendo y bajando.

— No pares.

— No doy más.- Hablo con dificultad.

— Ya casi terminamos, vamos. Sigue Elena.

— ¡No puedo! — Pongo el seguro de la prensa y aflojo las piernas.

Tomo aire y me deslizo hacia el suelo, las piernas me tiemblan, me cuesta respirar y tengo al imbécil de Gael con los brazos cruzados y negando con la cabeza mirándome desde arriba. Cierro los ojos la música se escucha lejana, necesito dormir un rato largo.

— Solo te faltaban veinte, Elena. ¿Qué pasa? Siempre aguantaste mucho más que eso.

Los recuerdos de la noche anterior vienen a mi mente y suelto un risa.

— Créeme no querrás saber lo que pasó anoche...

La cara de Gael se transforma y se vuelve completamente roja de la furia. Parece entender de lo que hablo porque empieza a insultar en español al sexy italiano que salió en la madrugada de mi mansión.

— ¡Lo voy a matar! — Me rio por su cara y me siento en el suelo

— Oye, calma viejito. No es para tanto. No pienso volver a caer otra vez, solo fue un pequeño desliz.— Me miro las uñas y lo escucho gritar otra vez.

— ¡Mentirosa de mierda! Lo voy a matar.— Me señala.

— ¡Matar!

Ambos giramos la cabeza como el exorcista hacia la puerta del gimnasio cuando escuchamos la voz de Mateo desde la puerta. Su cara llena de pasta dental, levanta las manos y grita otra vez feliz.

¡Matar!

— Tienes que estarme jodiendo. Fue sin querer, lo juro. — Gael habla pero yo ya me estoy levantando de mi lugar y lo estoy mirando.

— Sin querer mis huevos. La que te va a matar soy yo si o llega a repetir en frente de alguien.— Le digo al oído. Voy hacia mi hijo y lo agarro por debajo de los hombros está completamente lleno de pasta dental.— Hijo mío eres un mugroso, ahora te tendré que duchar otra vez.

Él me mira con una sonrisa y se que no entendió ni la mitad de todo lo que dije pero se ríe a carcajadas cuando lo llevo alejado de mi para que no me ensucie.

                                                                                     (***)


Luego de darle una ducha y aprovechar para ducharme yo también bajamos a la cocina y le caliento su comida. Mientras Tita le da de comer a Mateo, decido llamar a Caroline.

Después de varios tonos me contesta.

—¿Si?— Frunzo el ceño, se nota agitada. — Mierda, estate quito.

— ¿Con quien hablas Caroline?

— No me digas Caroline, no me gusta. — Refunfuña del otro lado del celular. Se escucha un risa varonil del otro lado y un ruido. — Me ha dolido, idiota.

— ¿Qué mierda haces? No, deja ni me lo digas no me interesa. Solo llamaba para decirte que Mateo ya está en casa.

¿En casa? ¿Como?

— Le han pagado al hijo de puta del doctor para mentirnos. Mateo está bien. — Me alejo de la cocina.— Han envenenado a mi bebé Caro. Puedo haber muerto por mi culpa, no pude protegerlo como le prometí, he fallado.— Mis ojos pican pero no dejo caer ninguna lagrima.

En las garras de la mafiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora