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Seul
Base militar Hwa-rang

Yangmi se cambió con unas ropas que le dió Kendall. Se las pidió a un soldado que tenía más o menos su estatura, se las dio para que pudiera ir con ellos a la llanura. No podía andar sin botas especiales ni atuendo no apto para lo accidentado del terreno.

Se las ofreció cuando ella aún estaba afectada por como la había tratado Jungkook. Esa actitud fuerte y seca con la que le habló la había desconcertado y recordado que se había olvidado con quién estaba tratando.

—Toma Yangmi, no puedes salir a la llanura con las ropas que traerás en tu maleta —se las extendió Kendall.

—Gracias —las cogió y se veía triste.

El otro que lo había escuchado todo mientras estaba en su dormitorio le puso una sonrisa.

—No le eches mucha cuenta a Jungkook, lo pasó muy mal, antes se ha querido dar de bravo pero eso es por fuera, porque después es un blandengue cuando se trata de tí.

Ella esbozó una pequeña sonrisa llena de dolor.

—Eso era antes, ya es distinto, me odia por no haberle dicho lo que lo amaba en el pasado, me arrepiento de haber sido tan desconsiderada con él —suspiró—. Me hirieron y yo lo alejé de mi lado por mis miedos —tragó sus ganas de llorar.

Kendall no sabía ni que decir, había visto a Jungkook sufrir mucho hasta que decidió casarse con Amina, una mujer que le dió paz en su peor momento, pero a la que no amaba.

—Cámbiate y sal que sabes cómo es él cuando se trata de la puntualidad.

Yangmi empezó a reír un poco, recordaba cuando le ponía mala cara si se retrasaba en la hora que le decía cuando salían de viaje, esos recuerdos nunca la abandonaron a través del tiempo.

Sin más se fue a cambiarse.

Jungkook estaba fuera esperando que saliera, estaba enfadado y desesperado por sentirse controlado por lo que sentía por Yangmi.

Ese sentimiento fue su cárcel desde siempre, no podía remediar querer tenerla en sus brazos, soñaba con hacerle el amor de nuevo pero no podía permitir que lo tratara como a un ser insignificante. Era a la única que dejó ver su verdadero interior aparte de Nina, pero su amor ya había superado y sobrepasado con creces a aquel primero que vivió con la que llevaría siempre en su corazón.

Kendall llegó hasta él.

—¿Aún no está preparada esa cabeza dura? —espetó seco.

—Controla tu genio, ella está también pasándolo mal, ¿No te das cuenta? Por mucho que quiera poner ese porte de mujer fuerte se le ve que ha sufrido mucho.

—¿Y eso le da derecho a venir ante mí con esos aires de "Yo puedo con todo"? ¡Ya está bien! Estoy cansado de su prepotencia —escupió enfadado.

Al darse la vuelta ella estaba escuchando, se quedó callado por un momento al verse pillado. Después avanzó dando zancadas.

—¡Vamos! nos esperan.

Kendall la miró de forma tierna y la esperó para no dejarla sola, andaban los dos al mismo paso.

Al llegar al exterior se encontraron con cinco hombres y una mujer.

La mujer era alta, con un buen cuerpo y su indumentaria era de color negro y se le ceñía al cuerpo. Era un atuendo de escalada.

—Hola señor Jeon, soy Rona, me manda el señor Park, dijo que me necesitarían.

Era joven y guapa y le sonreía a Jungkook de tal forma que Yangmi quiso asesinar a su hermano Jimin por mandarla ante el que la trataba como a un estorbo.

Su maldita pierna se le atragantó, se sentía tan poca cosa de pronto.

—Hola Rona, gracias por venir, me han dicho que eres muy buena en la escalada —le sonreía Jungkook—. Necesito que mires por el acantilado que hay en ala Este.

Yangmi los miraba y sus celos la hicieron una perdedora.

Jungkook se volvió a ella y la miró de forma seria.

—Tú irás con Kendall en aquel vehículo y yo iré con ellos en el camión del ejército.

Ella no le dijo lo que su mente pensaba, su genio seguía intacto, con su conversación entendió que no lo iba a retar con lo de no hacerle caso, pero su actitud era otra cosa. Ella había nacido así, nadie y menos él iba a hacerla ser de otra manera.

—A sus órdenes mi capitán —le dijo con mofa y poniendo su mano en su frente como hacían los soldados.

Jungkook respiró hondo y le entraron unas ganas tremendas de ponerla entre sus piernas y darle esos azotes que le dijo antes que le daría, y después por su puesto hacerla suya de forma despiadada, para que cuando terminase de darle el placer que se merecía no sacara jamás esa altanería, aunque tenía que admitir que eso era lo que le gustaba de ella también.

—Pues andando —se fue con la otra hablando mientras que el rostro de Yangmi era de enfado.

Llegaron a las inmediaciones y bajaron de los vehículos.

La chica empezó a colocar en su cuerpo todos los anclajes que necesitaba.

—¿Señor Jeon puede ayudarme? —Yangmi esbozó una sonrisa rabiosa y rodó sus ojos al ver a aquella buscar la atención del más grande y guapo del lugar.

El otro muy educado empezó a ayudarla y ella celosa y cansada de verlos empezó a mirar por el lugar. Se movió un poco y sus ojos se fijaron como el acantilado era muy pronunciado. Al pensar que Yangmi Junior podía haber caído por allí le dió un escalofrío.

De pronto notó como brillaba algo en el suelo, se acercó un poco y era la medallita de pequeña de su hija, estaba al borde del precipicio, enredada en una planta que salía entre el límite de la llanura y el vacío.

Puso su rodilla buena en el suelo porque la otra era imposible por el dolor, y alargó su mano para cogerla.

-¡Joder Yangmi! ¡¿No puedes estarte quieta?! —le gritó Jungkook asustado por ver que podía caer hacia abajo.

Ella por la voz tan fuerte se inclinó y se escurrió.

Su cuerpo cayó hacia abajo y sus manos se aferraron a la tierra con fuerza. Emitió un grito y Jungkook salió corriendo hacia ella.

—¡Dame la mano! —estaba tan asustado de no poder subirla y que callera al abismo que su alma salió de su cuerpo.

Al fin le atrapó la mano y la subió hacia arriba como el que coge una pluma. Sin decirle nada la abrazó fuertemente y ella se agarró a él asustada. Estaban así abrazados después de tanto tiempo que ninguno quería soltarse.

Cuando pudieron respirar con naturalidad la cara de enfado de Jungkook era ya un espanto. La separó y miró a su amigo.

—¡Kendall llévala a la base!

—¡Yo no me voy! —decía ella sin entender porqué se aferraba a que no estuviera en el mismo lugar que él.

—¡Si yo digo que te vas, te vas y punto, estoy cansado de éstas cosas, no soy tu puta niñera! —ella abrió los ojos por ver que le dijo lo mismo que cuando la conoció y él se sorprendió también, ya era toda una mujer para escuchar esa tontería.

Yangmi se levantó cómo pudo por el dolor que sentía en su pierna pero para que nadie lo notara y lo miró a la cara.

—Haré lo que me pidas, estaré calladita y no me moveré del lado de Kendall. Pero no me lleves a la base, Yangmi ha caído por ahí, aquí está su medallita —abrió su mano y la enseñó a todos, sus lagrimas mojaron sus mejillas haciendo que Jungkook ardiera de dolor, la abrazó por entender que era su hija después de todo la que ella buscaba...

Mafia Jungkook. Mi Vida, Mi AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora