10. El mar

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Fue culpa de esta muchacha que los enemigos dieran con su ubicación y aún así la ha rescatado de encontrarse en el fuego cruzado. ¡Vaya tontería estaba cometiendo!

Pero es que sentía que no podía ser indiferente al hecho de que se acercara a él y lo viera con esos ojos de real preocupación, sin tintes de burla o ventaja, y que además procurara darle alimento pensando en que se recuperara pronto.

¿No era que desde tiempos remotos los humanos procuraban permanecer alejados de los demonios pues los consideraban seres atroces?

Probablemente el contingente de hombres humanos que llevaban acero y armas consigo le hubieran atacado, pero ella sólo se enfocó en el hecho de que se encontraba herido y de algún modo priorizó su bienestar.

Esto era complicado y además no entiende del todo por qué lo hace. De cualquier modo, ahora que vuela con ella en brazos, no puede sólo soltarla o abandonarla mientras ella se encuentra inconsciente.

Otros cuántos demonios más salen a su encuentro y aunque deba utilizar más energía los aniquila con sus poderes aún sin tocarlos, porque claro, tiene las manos ocupadas con esta muchacha que aún inconsciente no suelta ese trapo con esas frutas.

¿Por qué se aferra de tal manera a tan precarios alimentos?

Volar con esta muchacha es incómodo.

Debería maldecir el momento en que ella se cruzó en su camino, pero tiene algo de culpa en esto. Su presencia era tan débil que no prestó la debida atención, de lo contrario se hubiera marchado antes de que ella llegara de curiosa hasta donde él se encontraba.

Además ella pertenece a esa especie humana con la cual muy poco ha convivido. En su palacio, en la sede de su reino, en China, hay empleados humanos, pero ni siquiera se ha tomado la molestia de verlos un sólo instante, mucho menos convivir con ellos.

Sólo sabe lo básico sobre ellos: que son débiles, sus heridas no se regeneran pronto y mueren con facilidad.

Y en verdad no es algo que le interese, pues valora mucho la soledad y el silencio. Los empleados, humanos o demonios, se dedican a sus labores, y él a sus asuntos políticos o lecturas.

Pero aunque pocas veces en su vida ha cruzado palabras o enfocado su mirada en algún humano, sabe que esto es extraño.

Cuando esta muchacha se presentó ante él, al verla allí, tan cerca de él, notó un aura de luz que no había percibido jamás, ni en humanos en esta nación, ni en los empleados de su reino, ni en los humanos de otras naciones, mucho menos estaba presente en los soldados que más tarde se acercaron.

Había algo extraño, ella era distinta y no sabe si es por su especie, su género o si en realidad ella es única entre los suyos.

Vuela lo más rápido posible pero realmente no es agradable volar con ella en brazos. No quería hacer uso de estas técnicas, pues su recuperación demorará algunos minutos más, pero es necesario.

Kirinmaru desaparece del lugar y aparece en algún lugar cerca de la costa, a varios kilómetros de donde se llevó a cabo la batalla, donde por fortuna no hay hedor a molusco gigante.

Duda que aquél sujeto tenga más carne de cañón para enviarle a atacar, seguro tuvo bajas de un 90% en sus tropas, por tanto no cree que se atreva a presentarse ante él.

Allí, en un lugar despejado, procurando que no haya rocas ni nada que la lastime, bajo la sombra de un árbol, coloca en el suelo el cuerpo de la muchacha, niña, lo que sea.

Sentado en cuclillas la observa con cierta curiosidad mientras ella aún permanece inconsciente. Es extraña, no tiene marca alguna en el rostro. Debe ser por la especie.

Un destello de luzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora