30. Indonesia.

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Aunque le hubiese gustado conversar un poco más con el señor Kirinmaru, tampoco puede decir que está inconforme con lo ocurrido, de hecho ahora se siente más tranquila al saber que él no la enviará de regreso a Japón.

Luego de lavar su rostro en esta pequeña pero preciosa habitación, no puede evitar analizar un poco todo lo que aquí se encuentra: una pequeña área de baño, un biombo que al parecer es donde el señor Kirinmaru se cambia de ropa, una cajonera, una cama pequeña para una sola persona, un mueble con documentos, mapas, libros y muchos escritos, así como armas extrañas.

Parece un lugar cómodo, pero el señor Kirinmaru no debería estar aquí sino en su camarote. Si algo le pesa de haber tomado un costal en aquella ocasión para embarcarse a Egipto, es el hecho de que el señor Kirinmaru le cediera su habitación una vez más. Y por supuesto que encontrarse en la habitación más grande de la embarcación tiene sus ventajas, pero ella podría ocupar cualquier otra habitación sin problema alguno.

Mientras espera a que Jin lave y seque su rostro, Kirinmaru toma asiento y bebe un poco del té que ella le ha llevado. Sabe bien que incluso en una actividad tan simple como lavarse el rostro las mujeres suelen demorar demasiado, por tanto cree tener el tiempo necesario para terminar su taza de té y, ahora más aliviado y tranquilo, dar un vistazo rápido a esos documentos que Konton trajo de Filipinas.

Pero apenas abre el primer pergamino y observa la fecha de éste, no puede evitar pensar en la suavidad de ese hermoso rostro, en esos cristalinos ojos cafés observándolo sólo a él, y por sobre todo, en esa sensación que invadió por completo su ser al tenerla entre sus brazos.

Esa tranquilidad, esa dicha, la satisfacción de hacerle saber que no tenía por qué volver a Japón, no por ahora, no mientras no recordase al miserable ser que de la forma más despiadada posible dio media vuelta dejándola completamente sola, expuesta a toda clase de peligros.

Sabe ahora que Jin tarde o temprano recordará lo ocurrido en la costa, es inevitable, y probablemente su regreso a Japón también lo sea. Pero el hecho de tener un poco más de tiempo le da la oportunidad de tratar de redimir, al menos un poco, su pésimo actuar.

Al escuchar que la joven encamina sus pasos hacia el exterior de esa habitación secreta en su estudio, Kirinmaru enrolla nuevamente ese pergamino que seguramente no tiene nada interesante qué mostrar, da un sorbo grande al té y en su mano derecha aparece su máscara, la cual ha colocado ya al momento que la joven sale de la habitación.

Jin quisiera negociar el cambio de habitación, pero sabe que este no es un buen momento. Apenas conversan de nuevo y además él seguramente tendrá asuntos muy importantes que atender en Indonesia.

Al verlo sonríe, y es más que probable que él no le devuelva esa sonrisa ya que es un hombre muy serio, aunque le gusta pensar que si, que bajo esa máscara que lo hace lucir increíble hay un gesto de alegría para ella.

Sin decir nada, Kirinmaru se encamina hacia la puerta de la habitación, Jin se apresura para alcanzarlo y él parece estarla esperando, lo cual le parece a ella un gesto muy lindo, pero no tanto como el hecho de que con un movimiento de su mano le indica que salga de la habitación antes que él.

Con una sonrisa imposible de ocultar, bajando su mirada y un poco su sonrojado rostro, ella sale de la habitación sintiendo un cosquilleo tremendo al interior de su abdomen, y al notar que el señor Kirinmaru camina a escasos centímetros suyos, siente nuevamente como su cuerpo parece perder fuerza para comenzar a temblar.

Kirinmaru puede notar que de nueva cuenta ella tiene esas conductas inusuales, siendo los latidos de su corazón los cuáles, como siempre, le llaman por completo la atención. Pero cuando ella comienza a entrevistarlo respecto a esa habitación su mente puede enfocarse en algo más, que es dar respuesta a los cuestionamientos de su invitada.

Un destello de luzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora