8. Inquietud.

263 24 123
                                    

Aproximadamente 15 siglos después de aquella batalla, de la cuál fue partícipe por solicitud de una Suprema Potestad, el Rey de los mares chinos trata de acertar el tiempo exacto que ha transcurrido desde tan peculiar acontecer.

En realidad no llevaba una cuenta precisa y el tiempo estimado era aproximado. Sabe, por las señales que aprendió de sus sabios tutores, que Dite duerme desde hace varios siglos y al parecer no hay aún indicios de su despertar. Por tanto si el tiempo transcurrido desde entonces es un poco más o un poco menos, realmente no importa.

Es momento de volver y recuperar los dominios marinos que por designios divinos le fueron otorgados, y sin importar lo que haya ocurrido durante su ausencia, le pertenecen.

La vida últimamente se ha tornado más pacífica de lo normal y esto comienza a ser aburrido.

Navegó una docena de ocasiones, quizá más, alrededor del mundo. Las cosas no diferían bastante, incluso un recorrido como ese podía tornarse un tanto tedioso al no haber nada nuevo qué descubrir.

Desde hace un par de años siente cierta inquietud por regresar a las aguas japonesas del este. Sin embargo en más de una ocasión ha preferido cualquier distractor para dejar a un lado esos pensamientos.

Si algo le caracteriza es el hecho de que, a pesar de pertenecer a una élite guerrera y ser creado para luchar, puede suprimir esa y toda clase de impulsos.

Pero últimamente cree conveniente atender esos pensamientos. No puede negar que es agradable y de algún modo emocionante pensar en una batalla de grandes magnitudes.

Si, algo como lo ocurrido siglos atrás contra ese Lord llamado Inu no Taisho. Pero esta vez sin condiciones, sin espectadores. Que sin importar si se gane o se pierda, la recompensa de dicha batalla sea la satisfacción de pelear hasta desfallecer, teniendo la certeza de que ha luchado hasta la extenuación.

Es necesaria una batalla. Por supuesto que lo es. Porque los conflictos en sus dominios a veces eran cosa de risa.

Por citar un ejemplo, recuerda lo ocurrido días atrás. Uno de los subordinados de mayor rango e importancia política acudió ante su presencia a solicitar un justo castigo para una criatura que hurtó cuatro pescados dorados de su estante.

¿Cómo fue que todo terminó de esta manera?... Con el poderoso guardián del mar, juzgando a un ladrón de pescados.

No es un demonio cruel, ni un gobernante injusto. Entiende que su deber, aunque no sean estas las aguas japonesas encomendadas por la Suprema Potestad, su propósito como monarca es resguardar el orden y procurar un ambiente pacífico.

Pero estas cosas... Tal vez se excedió al imponer por castigo a aquél pobre diablo la mutilación de la extremidad con la cual hurtó los pescados, pero es que se sentía molesto y frustrado de que sus responsabilidades consistieran en este tipo de banalidades.

De pronto sentía que en su existir faltaba algo.

Por ello estaba seguro de que una buena pelea podría resultar en algo benéfico para su no muy agradable ánimo.

Si, sin duda eso era lo que faltaba en su vida, una buena pelea.

Le era inevitable no pensar una y otra vez en el motivo de aquél castigo impuesto a causa de retirarse de la batalla que 'divertía' a un omnipotente.

Debe reconocer que aquél can ante el cuál combatió aproximadamente quince siglos atrás era un excelente guerrero y merecía ser el ganador de dicho combate. Aún si no se hubiese rendido lo más probable es que Inu no Taisho habría ganado esa batalla.

Pero el castigo por retirarse de la batalla tenía un costo elevado: la deshonra de ser destituido y exiliado por algún tiempo, un tiempo que no está completamente seguro si ha transcurrido en su totalidad.

Un destello de luzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora