27. Nada sería igual.

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¿Cómo demonios fue que las cosas cambiaron tan drásticamente en un maldito instante?

Verla feliz por varias horas, atenta, animada, entusiasta; y más tarde preocupada, temerosa, confundida y por último... ¡Por último no sabe qué demonios sucedió!

Ese gesto de dolor, esa mirada angustiante, suplicante... ¡Maldición!

Ya una vez se comportó como el peor desgraciado con esta criatura cuyo único error fue cruzarse casualmente en su camino.

La joven ha perdido el conocimiento y ahora se encuentra postrada en esa cama, con ese gesto de tristeza y sufrimiento, ¡No tiene una maldita idea de cómo describirlo! Sólo sabe que no quiere verla de esta manera.

Kirinmaru extiende su mano derecha y roza ligeramente su mejilla, pronunciando vanamente su nombre en un fallido intento por hacerla despertar.

Ella no está durmiendo, está inconsciente y lo sabe perfectamente.

¿Entonces por qué se porta como un estúpido?

El hombre retira su mano y frota su propio rostro un par de veces, como si de esa manera pudiese encontrar una solución a esto que está ocurriendo. Y mientras la observa no logra comprender como es que esta joven mujer puede causarle este temor.

Si ella llegase a permanecer inconsciente otro par de semanas... No, no está herida, pero esos recuerdos o lo que sea que haya ocurrido pareció haberle causado un dolor mayor que cualquier herida física.

Tiempo atrás, cientos de años atrás sintió alguna clase de temor que le heló la sangre, temor de la sonrisa de aquél Dios que le observaba pelear contra el General Inu no Taisho, simplemente esperando a que uno de los dos pereciera.

Cierto es que para un guardián, un hombre perteneciente a una élite guerrera, perecer en batalla, a manos de un enemigo poderoso con quien ha tenido una buena pelea, puede considerarse un verdadero honor; pero lo cierto es que al descubrir las intenciones del omnipotente Dite se negó a causarle el gusto de verle morir por mera diversión, por ello tras varios días de batalla simplemente posó sus pies en el suelo de Sora y se rindió.

Sintió temor en aquél momento de aquella mirada, esas pupilas dilatándose en esos ojos ámbar y la sonrisa siniestra que invadió su rostro... Sintió temor, está seguro de ello, pero entonces no tiene una maldita idea de qué es lo que siente ahora.

¿Miedo? ¿Angustia? ¿Tristeza?

Tanto la respiración como los latidos del corazón de la joven son inestables, parecen incluso dificultarse a cada instante.

¿Qué demonios recordó?

¿Será acaso que si vuelve a abrir sus ojos, girará su mirada en otra dirección y le dirá que desea marcharse de inmediato a Japón?

No la culpa, si él tiene coraje contra si mismo por tan bajo actuar, es de esperarse que el resentimiento se apodere de ella y el enojo y la decepción se vuelquen en contra suya.

Lo merece, lo sabe bien, pero no está seguro si podrá aceptarlo.

¡Mierda!

¿En qué momento creó ese extraño lazo afectivo con ella? Porque de eso se trata, está seguro, de lo contrario no se sentiría conflictuado, distraído y con añoranza de verla cerca suyo.

Pero da lo mismo, por ahora sólo quiere verla despertar y sonreír, para después aferrarse a él con ese poder sobrehumano, como si su existencia misma dependiera de aprisionarlo con todas sus fuerzas... Y jura que en este momento, si eso sucediera, podría corresponder enteramente a su abrazo.

Un destello de luzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora