9. Cosas del destino

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Pelear en tierra firme creyendo que de esa manera podrían tener mayor ventaja sobre el antiguo gobernante no fue buena idea para el Kraken y su ejército, puesto que aquél legendario y poderoso demonio no dependía del mar o la tierra para mostrar sus habilidades.

La batalla, que realmente era mero entretenimiento para el anterior guardián de estos mares, se había extendido ya por varios días y las heridas infringidas en su cuerpo eran pocas. Kirinmaru en realidad les dejaba cierto rango de ventaja por momentos, evitaba defenderse con la intención de que, creyendo que le derrotarían, dieran lo mejor de si.

Lo cierto es que esto no era más que un juego, mera entretención.

Probablemente lo haga con la intención de engañarse a si mismo creyendo que tuvo una buena pelea. Y es que no va a negarlo, se sintió profundamente decepcionado al saber que Inu no Taisho no era el actual guardián de sus anteriores dominios. Peor aún, la noticia sobre su deceso a causa de una mujer humana parecía realmente un chiste de mal gusto.

No, no conoció a ese tipo más allá de aquella batalla en las Tierras de Sora, no llegó a entablar ningún tipo de amistad con él, y sin embargo desde aquél momento en que anunció su rendición, planeaba desde ya en un futuro desafiarlo, combatir contra él hasta que uno de los dos perdiera completamente sus fuerzas.

Sin duda le parecía un rival interesante al que deseaba volver a ver, con quien añoraba volver a enfrentarse... Pero no fue posible, y esto de algún modo le enoja y le hace sentir que no queda más que resignarse a batallas sin sentido, las cuáles serán tan breves o extensas como él deseé.

No había viajado por semanas hasta Japón para derrotar a estos imbéciles en unos instantes, al menos se divertiría un poco antes de recuperar sus dominios.

No tardó en ocurrir lo inevitable. El ejército enemigo poco a poco se reducía en número y temiendo pronto ser víctima de quien reclamaba el cargo que había ocupado poco más de un milenio atrás, el gobernante en turno, valiéndose de trucos de magia y varias distracciones, escapó, dejando a cargo a otro molusco gigante que en apariencia era idéntico a él, físicamente y en todo sentido, pues a fin de cuentas era un ser, que con ayuda de varios hechiceros fue creado con su piel y su tinta.

Luego de varios días Kirinmaru bosteza. Esto en verdad no era divertido. Lo único que hacía era esquivar ataques para que la pelea continuara. Comienza a darle sueño y tal vez sea mejor dar por terminado esto y volver a su embarcación para posteriormente llevar a cabo los honores correspondientes donde se le reconocerá una vez más como guardián y gobernante de los mares del Este.

Tras aniquilar a ese Kraken, seguro de que es el real, piensa en que pudo dejarle con vida, después de todo no era más que un guerrero débil, pero al hacerle perder el tiempo de esta manera tan decepcionante lo mejor fue asesinarle. Después de todo, es lo que hacían los monarcas al extender sus dominios, y era lo que ocurría con los traidores.

Era de suponerse que conocía a ese molusco gigante. Alguna vez, aterrado solicitó su ayuda en una batalla. Y ahora se creía con todo el derecho de seguir usurpando su cargo, aún cuando le ha visto volver para reclamarlo.

Una vez que aniquila al último de los rebeldes, Kirinmaru decide tomar un descanso antes de volver a la embarcación. Seguro los peligros están embriagándose y no le apetece lidiar con ellos, por tanto decide volver a pie a la costa. Le tomará más tiempo pero será entretenido. Además hace más de un milenio que se encuentra alejado de territorios japoneses, debe reconocer y estudiar el terreno que rodea sus dominios.

Huir es un acto de cobardía, pero esta vez tenía un propósito.

Ese ambicioso demonio que se rehusaba a perder su cargo, tenía demasiados aliados a su favor y tras escapar fue a solicitar su ayuda. Unidos en un aún más numeroso contingente de soldados, una horda de demonios y extrañas criaturas aparecieron frente a Kirinmaru para atacarle.

Un destello de luzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora