Uno tenía demonios que lo consumían. El otro estaba casado felizmente.
Ellos no necesitaban amarse. Uno estaba roto. El otro intentaba arreglarlo sin éxito.
No se necesitaban y al mismo tiempo, no podían estar lejos del otro.
O donde Louis termina e...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Dos meses después
A Harry le gustaba pensar que todos sus intentos por arrancarse a Louis del pecho, la piel y el corazón funcionaban. Le gustaba creer que lo estaba haciendo bien y a menudo, pensaba en Amy y en la primera vez que la conoció.
Sus gafas gruesas y su cabello rubio recogido en una coleta alta y prolija como ella en la escuela. Había sido amor a primera vista. "Esta mujer, es la mujer de mí vida" pensó el día que la esperaba al final del altar. Poco le importó los comentarios que escuchó a diario sobre ser demasiado jóvenes para la locura que estaban cometiendo, ¿Qué podía hacer? En el pasillo, más linda que nunca, Amy caminaba y lo miraba con los ojos brillosos por las lágrimas y el amor incondicional que le tenía. Harry nunca dudo del amor que Amy decía sentir.
Quizás las cosas habían cambiado. Harry la miraba como la primera vez; joven y despampanante con la excepción de que no sentía ese cosquilleo que sintió aquella vez. Lo intentaba, él ponía su empeño en volver a quererla pero a veces... se encontraba pensando en Louis, casi sin darse cuenta. Bastaba una pequeña distracción para pensarlo. Y tan rápido como se distraía, venía a su mente ese par de ojos azules, que a veces eran grises, dependiendo del clima.
Esa mañana, Harry la miraba, intentando sentir lo mismo que la primera vez. Ella sonreía, con los ojos cegados por una realidad inexistente. Amy creía en las segundas oportunidades, Harry lo intentaba.
Pero no era suficiente.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Con la partida de Harry, el grupo de amigos no había sido el mismo. Louis también desapareció, tan lentamente que nadie se percató al principio. Solo Elizabeth, que se quedaba callada mirando el asiento vacío durante el desayuno, los almuerzos y la cena. No lo encontraba por los pasillos, bajo los arboles ni en las páginas de algún libro. Sarah decía que Louis sencillamente estaba en la habitación y que no deseaba salir y no estaba en ellos hacer que cambie de opinión. Al final, Elizabeth dejó de insistir.
