Desde pequeña le habían inculcado el respeto por el cumplimiento de horarios: las llegadas tarde estaban prohibidas dentro y fuera de la casa en la familia Parryl.
Según sus padres, y ella estaba firmemente de acuerdo con ellos, la importancia que se le daba a las llegadas en tiempo y forma a cualquier tipo de encuentro hablaba mucho de cómo era uno como persona y como se relacionaba con su entorno. Margo respetaba las horas pactadas arribando incluso minutos antes por las dudas de que algún imprevisto sucediese en el camino, jamás llegaba tarde y en caso de que ocurriese un entretiempo que la retrasase se tomaba el trabajo de avisar.
"El tiempo es esencial, Margo. Valora el de los demás y haz valorar el tuyo", ese era el mantra que le repetía su padre en más de una ocasión. Cómo tal lo había aplicado en su vida y hasta ahora le había ido bastante bien... al menos ella se sentía satisfecha con respecto a su puntualidad de oro.
Llegar a tiempo a su primer día como pasante no era la excepción.
—¿Ansiosa mi pequeña niña? —preguntó su madre amorosamente al teléfono quien no se había resistido a llamarla mientras estaba en camino a la editorial—. ¿Llevas todo lo necesario? Espero que no te hayas olvidado de nada importante.
—No te preocupes mamá —tranquilizó caminando a paso constante por las concurridas calles de la mañana—, he sido precavida. Además hoy será más bien explicativo de cómo funcionará mi pasantía, no creo que me exijan mucho en mi primer día.
—Que no te tomen desprevenida —aconsejó—, esas grandes empresas siempre se aprovechan de los nuevos, no dejes que pasen por encima de ti.
—Jamás.
—¿Vas caminando? —preguntó y ella afirmó mientras esperaba el semáforo para cruzar a la siguiente cuadra—. ¿Henry no te ha llevado en el coche? Es un jovencito muy desconsiderado.
—No te enojes con él —defendió a su hermano mayor que era víctima del enojo de su madre en común—, nuestros horarios son distintos; él se ofreció igualmente pero yo me negué.
—Cuando lo vea lo regañaré de igual forma. Tiene que cuidar a su hermana pequeña.
—Ya no soy tan pequeña, tengo veintitrés años y soy muy responsable de mi misma.
—A los ojos de tu hermano seguirás siendo su hermana pequeña, al igual que a los nuestros: eres nuestra princesa.
Se avergonzó al punto de ruborizarse en medio de la calle. Agradecía enormemente que la conversación fuera por celular y que los transeúntes no pudieran oír las palabras de su madre.
—¡Mamá! —exclamó—. Me avergüenzas.
—¡Tonterías, Margo!
Y pese a que en verdad si le avergonzaba que aún la tratasen como a una niña –la enorme diferencia de edad inducía a que eso ocurriese-, amaba la forma tan sincera y desinteresada que tenían sus padres con ella. Y los amaba a ellos también.
Perdida en la conversación y sin noción de todo lo que había andado se dio cuenta de que ya estaba a pasos de su destino. Siempre que conversaba con sus padres sucedía lo mismo.
—Debo colgar mamá. Tengo que anunciarme pronto.
—No te robo más tiempo entonces... me llamas cuando salgas y me cuentas cómo fue todo. Tu padre te manda saludos y mucha suerte.
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En cuerpo y alma
RomanceMargo Parryl se siente regocijada con la vida que lleva. A pesar de haber sido abandonada de bebé, encontró el amor en la maravillosa familia que la adoptó: sus padres y su hermano Henry son lo más preciado que tiene. En una época de cambios, donde...