Capítulo 17

24 4 2
                                    

Salir a hacer compras no era su actividad favorita si tenía que escoger algo para pasar su tiempo libre, pero tampoco le desagradaba la idea de recorrer tiendas y escoger cosas que le gustaran para sí misma. Ropa, maquillaje, zapatos, algún accesorio o incluso alguna marca especial de café o chocolate que pocas veces se daba el gusto de comprar... tenía ahorros guardados y sus padres le habían obsequiado algo de dinero para que lo gastase en lo que quisiera, y ese día era su día especial para hacerlo.

—Mañana en la noche quiero que te veas más deslumbrante de lo que ya eres —dijo Henry el día anterior luego de la cena, augurando que la mañana siguiente no se verían por sus horarios desencontrados y no podría darle las instrucciones adecuadas—. Saldremos a cenar, daremos un paseo y quizás luego piense en darte tu regalo.

Margo había hecho un mohín que divirtió a Henry, y al final él no dijo nada acerca de adónde la llevaría o que podría estar por regalarle. La intriga la carcomía, pero no le quedaba de otra que esperar a que la sorprendieran.

Por ello, y porque era su cumpleaños y quería agasajarse, había salido a hacer compras.

Ese viernes no tenía exámenes a los cuales presentarse y los avances de la tesis los había enviado por correo electrónico esa misma mañana para que su tutor la evaluara de ese modo y tuviera la tarde libre. El trabajo ya no era un problema en esos días gracias a las pequeñas vacaciones que había recibido. Pero a pesar de que para ella todo había coincidido como anillo a un dedo, Elizabeth no pudo acompañarla cuando la llamó para la ocasión.

—Detesto perderme este día tan importante —dijo con un eco extraño de fondo provocado por estar encerrada en un cuartito en la clínica donde hacía sus prácticas con residentes—. Michael no habría tenido problema en dejarme ir, es un encanto ese hombre, pero el coordinador puede armar un escándalo.

—No tienes nada de qué preocuparte —tranquilizó sabiendo que, de haberlo podido hacer, Elizabeth habría escapado incluso por alguna ventana—. Mañana podemos compensarlo.

—Noche de chicas otra vez y tu obsequio, por supuesto —prometió—. Debo irme, creo que Michael me llama, no sabe que me escondí en el armario.

Sonrió divertida al celular como si su mejor amiga del otro lado pudiera verla. La vida de Elizabeth era mucha más ajetreada que la suya y con horarios mucho más reducidos, pero corría con la suerte de que al menos en todo ese tumulto de locura había encontrado un hombre que le gustaba... y al final si había sido correspondida.

—Tal vez pueda escoger algún vestido —murmuró viendo el escaparate de una tienda donde comenzaba a florecer la ropa típica de primavera—. Vestido y sandalias, pareciera que estará precioso todo el día.

El sol estaba resplandeciente coronando el cielo y ni un solo rastro de nubes se veía en el horizonte capaz de eclipsar al astro rey. La temperatura era cálida y corría una brisa suave y fresca haciendo del día uno ideal para la velada que tenía planeada Henry en su cabeza.

—O quizás mejor jeans y zapatillas...

Nada de lo que veía la lograba convencer y sentía que, pusiera lo que se pusiera, no le quedaría tan genial ni tan impresionante como le gustaría estar para Henry. Quería verse linda y asombrosa, robarle el aliento a aquel hombre, pero dudaba a cada instante de que en verdad pudiera hacerlo.

Si Elizabeth estuviera allí para ayudarla sería mucho más sencillo. Ella siempre tenía buen ojo para esas cosas y confiaba ciegamente en su buen gusto para vestir. No era que no le gustaba como podía vestirse ella misma, pero bajo presión se sentía como una cría de tres años.

En cuerpo y almaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora