Capítulo 31

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—Creo que no puedo hacerlo.

Un ligero temblor recorría su cuerpo que hacía estremecer hasta su mismo espíritu. No tenía un espejo para comprobarlo, pero estaba segura que la palidez se había apoderado de su tez, así como la sinapsis de sus neuronas habían parecido pausarse dejándola sin frases coherentes que decir. Y aún estaba parada fuera de la casa sin haber siquiera tocado el timbre.

Sintió su mano ser apretada con cariño por la de Henry... era la muestra de apoyo que necesita y que también le recordaba que, a pesar de no demostrarlo ni un poco, él debía estar en iguales condiciones. Lo vio pararse frente a ella obstruyéndole la vista y haciendo que solo pudiera concentrarse en su rostro.

—Mírame —ordenó a pesar de ya estar haciéndolo—. Respira profundo y relájate. Todo irá bien y pase lo que pase estamos juntos en esto.

Asintió en silencio, ordenándose a sí misma volver a tener control de sus emociones. No podía permitirse que su madre después de tanto tiempo la viera en aquellas pésimas y vergonzosas condiciones. Debía mostrar entereza y verse firme.

Fue Henry quien dio el primer paso y la arrastró con delicadeza pero firmeza hacia la entrada de la casa de sus padres. Llamó a la puerta y esperaron los escasos pero irónicamente eternos segundos que tardaron en abrirles. Charlie se asomó sin dudar en mostrar la alegría que le daba el verlos allí.

—Es bueno que estén de vuelta —observó sin disimulo sus manos entrelazadas y las comisuras de sus labios se elevaron más casi imperceptiblemente—. Veo que todo ha ido bien. Eso también es una buena noticia.

Margo no había vuelto a hablar con su padre desde su visita días atrás pero no hacía falta que le dijese que sus consejos de aquel día los había puesto en práctica y que naturalmente habían sido de gran ayuda. Él podía comprobarlo con sus propios ojos al verla al lado de Henry sin tapujos ni miramientos por intentar ocultar lo que había entre ellos.

—Ya era hora de volver. Pasó bastante tiempo y hay mucho para conversar —dijo Henry abrazando a Charlie para luego entrar a la casa. Su padre la estrechó también y Margo disfrutó del contacto—. ¿Cómo ha estado todo por aquí?

—Excelente —respondió con su carisma latente mientras los guiaba hacia el conocido salón—. No podemos quejarnos.

Los invitó a tomar asiento en los sillones. La pequeña mesa del centro ya estaba vestida con tazas y sus platos a juego, listas para ser llenadas con té o café a gusto de cada integrante de la casa. Olía a galletas recién horneadas, pero su ausencia le señaló a Margo que tal vez aún estaban en la cocina.

—¿Mamá? —preguntó al no verla tampoco a ella pero sospechando que estaba en el mismo lugar que las galletas.

—Ultimando las cosas en la cocina, ya la conoces.

Era típico en su rutina de buena anfitriona el siempre tener algo recién salido del horno para recibir a sus invitados... que no existiese ningún cambio en aquella rutina le dio esperanzas a Margo; quizás estuviese enojada o confundida, pero seguía siendo la misma de siempre y eso volvía el ambiente más ameno quitándole bastante tensión.

Unos pasos la distrajeron y al voltear al origen del sonido se topó de frente con Louisa ataviada en el delantal de cocina que siempre usaba y que jamás había tenido una sola mancha debido a la impoluta limpieza y gran maestranza culinaria de su dueña. Su madre sabía que estarían allí, no era ninguna sorpresa su presencia en la casa, y sin embargo se la notaba sorprendida; quizás no estaba enojada, pero ciertamente la tensión se notaba en su sonrisa algo ensayada, la postura rígida y el ligero pero notable fuerte agarre en la bandeja de deliciosas galletas caseras.

En cuerpo y almaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora