No había abierto los ojos, pero sí había despertado o al menos era lo que parte de su cerebro estaba intentando hacer. La sensación de somnolencia y confusión no se quitaba de su cuerpo, mientras intentaba comprender qué era lo que había sucedido y qué era lo que ocurría actualmente. Podía percibir a lo lejos un ligero y molesto pitido que era lo único que rompía el silencio. Su cuerpo laxo estaba recostado en algo que no llegaba a ser cómodo ni molesto, pero cuando quería intentar tantear la superficie sus brazos no respondían. Toda ella no respondía. No se inquietó, y al cabo de unos segundos había vuelto al mundo de los sueños.
Cuando parpadeó, sintió como si la luz la quemara y tuvo que permanecer unos segundos tratando de habituarse al blanco resplandor que la rodeaba. Giró la cabeza hacia un costado topándose con una ventana con las cortinas blancas cerradas; las paredes y el techo igual de blancos le dieron una pequeña idea de donde estaba, y al voltear al otro lado la máquina con el molesto pitido que la había perturbado en sueños apareció. Estaba sola en una habitación de hospital y ahora sí no tardó nada en comprender qué le había sucedido.
Su torpeza y distracción habían provocado que la atropellaran.
Hizo un chequeo general de su cuerpo intentando no entrar en pánico por lo que descubriera. Sus brazos, aunque los sentía pesados, podía moverlos con total control, al igual que sus piernas que permanecían ocultas bajo las ásperas sábanas. El dolor era general sin embargo en toda su anatomía, pero lo que más destacaba era su cabeza que parecía haber sido aplastada por una manada de elefantes. Cuando la tocó encontró un abultamiento a un costado allí donde el dolor era más intenso, pero cualquier conclusión quedó en el aire al oír como la puerta de la habitación se abría con cautela.
Y allí lo vio, y como un torrente de imágenes que se sucedían a una velocidad vertiginosa recordó que Henry era lo último en su memoria antes de que todo se volviese negro. Él se mostró serio y callado al entrar pero en sus ojos azules podía verse reflejado el alivio de verla despierta.
—Hola.
Su voz, aunque en un susurró lastimero, no había sonado ronca como creyó que sucedería.
—Despertaste —dijo con obviedad Henry mientras tomaba asiento en la visiblemente incómoda silla al lado de la cama—. Es un buen indicio.
—¿Dormí mucho?
—Estuviste inconsciente un par de horas, pero era de esperarse según el doctor.
—¿Qué ocurrió? —preguntó queriendo saber los detalles que abarcaban desde la aparente colisión hasta su despertar en el hospital.
—Te chocaron, como podrás notar —dijo con una sonrisa casi imperceptible—. Al parecer aún no has aprendido cómo cruzar una avenida.
—¡Henry!
De haberlo podido hacer, lo hubiera golpeado, pero la pequeña broma al menos le indicaba que no había ocurrido nada grave; eso y el hecho de que se sentía en todas sus facultades a pesar del dolor.
—Ibas distraída al igual que el conductor. Cuando éste te vio quiso frenar a tiempo, pero el asfalto empapado puede resultar muy peligroso —explicó—. No fue una colisión fuerte pero tu cabeza fue la que se llevó la peor parte. Los estudios han descartado cualquier peligro, tan solo la conmoción cerebral que te ha tenido durmiendo hasta ahora y que te provocará dolores de cabeza los próximos días —suspiró—. Has contado con mucha suerte.
Inconscientemente se llevó la mano a la cabeza, apenas acariciando el abultamiento que tenía a su lado. Dolía como el infierno y estaba segura que a medida que la somnolencia abandonase su cuerpo dolería aún más.
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En cuerpo y alma
RomansaMargo Parryl se siente regocijada con la vida que lleva. A pesar de haber sido abandonada de bebé, encontró el amor en la maravillosa familia que la adoptó: sus padres y su hermano Henry son lo más preciado que tiene. En una época de cambios, donde...