La sucesión de hechos que habían transcurrido desde el pasado jueves, día en que había decidido comenzar a entablar conversar con Frank Grey, hasta el martes en que se encontraba parada, la habían dejado pasmada de un modo en que le parecía imposible que tantas cosas pudiesen suceder en tan poco tiempo.
Lo más destacable, si es que debía clasificar los sucesos en grado de importancia, había sido su segunda reunión de tesis con su tutor, el profesor Robert Johansson.
Aquel viernes había amanecido de espanto, con lluvias que no planeaban cesar en todo el día, un frío que poco le interesaba las cantidades de ropa que la gente llevase encima para combatirlo y un ambiente en general tenso al menos para Margo quien luego de una noche intranquila dando vueltas en su cama, había despertado con grandes ojeras bajo sus apagados ojos y pocas ganas en general de sociabilizar. Henry se había apiadado de ella, y haciendo un desvío algo largo de su lugar de trabajo, la dejó en la puerta de Nueva Editorial para que no tuviese que viajar en transporte público con aquel desastroso clima.
A sabiendas de su nueva epifanía con respecto a su hermano evitó el contacto con él y aunque quiso disimular manteniendo una conversación normal, sospechaba que él no se lo había tragado del todo. Henry no había dicho nada al final, creyendo que el culpable había sido la mala noche de sueño.
En la pasantía no había ocurrido nada destacable más que un montón de trabajo con el cual lidió asombrosamente llevándose halagos por parte de Joanne. Charlie, su compañera y antigua favorita de la editora en jefe, había sido relegada a un puesto común y corriente como el de todos los pasantes en ese piso. Su tutor parecía no agradarle, puesto que su cara de molestia duró todas las horas que la tuvo al alcance de su vista.
Con el cansancio apropiándose de su cuerpo, las ojeras más grandes aún -si es que eso era posible para su pequeño rostro- y un entumecimiento completo de sus músculos por el frío que la hacía encogerse sobre sí misma, emprendió el camino hacia la universidad para volver a encontrarse con su tutor.
El trabajo que cargaba en su bolso duplicaba su peso real, producto de los nervios y el miedo de que esta vez rechazara definitivamente su tesis. Aunque había hecho y practicado ejercicios mentales para serenarse, nada había parecido funcionar.
Al menos ese viernes se había preocupado en almorzar.
El viaje en metro se le antojó demasiado corto, sin la suficiente duración para prepararse mentalmente para enfrentar a su profesor... la realidad es que nunca antes había actuado de esa forma, siempre estando segura de todos los trabajos y exámenes que presentaba, pero aquella vez todo parecía ser tan diferente que la aterraba. No solo se trataba del trabajo que le daría su título, sino que ya había pasado por una primera instancia fallida, y eso era algo nuevo en su vida.
No le temía a los errores, incluso aprendía de ellos muy a menudo; le temía al rechazo y a no ser lo suficientemente buena como creía ser. Ese era su mayor miedo.
Robert Johansson la había recibido en su oficina con la serenidad que lo caracterizaba y ese aire intelectual que parecía llevar a todos lados. Caballerosamente la invitó a tomar asiento en la misma cómoda y elegante silla que la vez anterior y luego de una conversación banal acerca de sus semanas procedió a la parte importante y la razón de esas tutorías.
—Veamos joven Parryl con que trucos me convencerá.
Aquel comentario con tintes bromistas pero nada burlescos había dispersado un poco la tensión del ambiente, siendo que el profesor Johansson claramente había notado el nerviosismo de Margo. Quería que se relajara y es que aquello no era una reunión para dictar su sentencia de muerte.
Margo tomó el trabajo que había transcripto en su computadora para posteriormente imprimir y se lo tendió a su profesor; estaba ansiosa y por nada del mundo prestó atención a los gestos y cambios de semblante que él hacía a medida que leía y pasaba las tantas hojas en las cuales tanto se había esmerado esa semana. Su última esperanza residía en aquellas palabras que buscaban plasmar no solo su conocimiento y formación de esos últimos cinco años, sino los sentimientos y las emociones que buscaba transmitir a los profesores que juzgaran su trabajo en su defensa final y a todo aquel que estuviese presente ese día.
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En cuerpo y alma
RomanceMargo Parryl se siente regocijada con la vida que lleva. A pesar de haber sido abandonada de bebé, encontró el amor en la maravillosa familia que la adoptó: sus padres y su hermano Henry son lo más preciado que tiene. En una época de cambios, donde...