En contraposición a los días anteriores de su ajetreada semana, el viernes había sido tan relajado y en paz que había tenido tiempo de sobra para perderse en sus pensamientos mientras tecleaba mecánicamente en la computadora del trabajo. Por fuera parecía ser la joven más tranquila de todas; por dentro estaba vuelta una histérica y un manojo de nervios, con el tiempo en su contra, pensando en que esa noche sus padres arribarían a su casa para, posiblemente al día siguiente, enterarse de la realidad de la situación de sus dos hijos.
Hizo una mueca de disgusto ante el pensamiento pero su cuerpo siguió en sus tareas rutinarias. Había cierta incomodidad que la invadía cada vez que pensaba en el lazo familiar que técnicamente aún la unía a Henry... si bien había dejado de llamarlo hermano hace mucho tiempo, ciertamente sus padres, aunque adoptivos, seguirían siendo sus padres, y visto de ese modo la situación con Henry se volvía bastante enredada.
Suspiró y por un instante se lamentó de que todo estuviera tan tranquilo, de lo contrario ni siquiera tendría tiempo para pensar en aquellas cosas.
—Ya son los últimos minutos Margo, no te duermas que aún el día sigue.
Joanne la había notado extraña desde esa mañana temprano, y aunque al parecer había culpado al cansancio de ello, no había dejado desde entonces de animarla o bromear con ella para poder sacarla de sus pensamientos.
Pero ni siquiera eso parecía servir. De una u otra forma su mente parecía girar en un círculo vicioso que prometía darle un severo dolor de cabeza.
Y todavía quedaban tantas horas por delante y tanto por hacer.
Su siguiente parada al salir del trabajo era la facultad. Aquella tarde había acordado una cita con el profesor Johansson para que revisara la última corrección que le había hecho a su trabajo final. En efecto, ya estaba terminada y no quedaba más que darle retoques hasta que todo quedase aprobado con un visto bueno. Había enviado el archivo hacía dos días por correo a su tutor, pero era de aquellos que gustaban de tener hojas en mano y poder debatir cara a cara con el estudiante. A Margo le agradaba aquello, y de paso le servía para prepararse psicológicamente para cuando tuviera que presentarse ante los profesores y el público a defender su tesis.
Un paso. Tan solo un paso más y sería una titulada.
Al caminar por los pasillos de la facultad no podía evitar que la invadiese cierta melancolía de tiempos pasados. Había pasado muchos años recorriendo aquel edificio, muchas veces tranquila como ahora, otras tantas prácticamente maratones olímpicas con tal de llegar a tiempo a sus clases. No había forma de que no extrañase eso y ni siquiera habían pasado tantos meses de la última vez que había rendido un examen allí.
—Es un sentimiento por el que pasan la mayoría de los estudiantes —le dijo Johansson cuando supo leer con exactitud su gesto nostálgico—, pero que ya no seas estudiante no significa que no puedas venir más; yo estaré totalmente gustoso de recibirte en mi oficina para conversar.
Margo sabía que seguramente, más temprano que tarde, terminaría haciéndolo.
La oficina de su tutor estaba tan pulcra y acomodada como siempre, y sin embargo se podía percibir como el período universitario había tomado un receso debido a la falta de exámenes y trabajos sobre su escritorio. Margo parecía ser la única en importunarlo de ese modo en verano, pero Johansson más que molesto parecía encantado por su presencia.
No habían intercambiado muchas palabras hasta que este le pidiera amablemente el manuscrito de su trabajo y que ésta se lo diera sin reticencia.
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En cuerpo y alma
RomanceMargo Parryl se siente regocijada con la vida que lleva. A pesar de haber sido abandonada de bebé, encontró el amor en la maravillosa familia que la adoptó: sus padres y su hermano Henry son lo más preciado que tiene. En una época de cambios, donde...