La rutina había vuelto a la normalidad el día lunes; sus padres habían vuelto a su casa esa mañana luego de dos noches pasándola con ellos. Margo no había vuelto a ofrecerle asilo a Henry en su habitación y él tampoco tocó el tema referido a eso. El domingo durmió en el sofá y ella hizo el intento de hacer lo mismo en su cama, aunque prácticamente no había podido pegar el ojo en toda la noche.
Los primeros dos días de esa semana habían corrido rápido en Nueva Editorial. Trabajar cerca de Clarise Collins no la dejaba agotada pero si la mantenía las cuatro horas que duraba su horario de pasantía ocupada y sin tiempo que pudiera perder en tonterías y eso no le desagradaba en absoluto.
El lunes acompañó a su jefa durante dos horas con el equipo de arte supervisando el diseño de tapa de un libro que saldría dentro de poco de un escritor que ya era renombrado en la editorial. Aprovechó la situación para explicarle los puntos fuertes de una buena portada y cómo debía hacerse para que ésta llamara la atención del lector. Margo admiró el hecho de que Collins, a pesar de no ser diseñadora, entendiera a la perfección e incluso supiese cómo sus empleados a cargo debían realizar su trabajo.
Luego de esas extenuantes horas la envió a su oficina para que revisase los primeros capítulos de un manuscrito y le diera su opinión al respecto. Tenía otras dos horas para ello, lo cual no era mucho tiempo si realizaba el trabajo a conciencia, así que sin perder tiempo corrió hasta su computadora para empezar a leer. Sin falta, y diez minutos antes de que terminara su horario, Clarise se presentó en el lugar para evaluarla. Ese día volvió a su casa con la frente en alto y orgullosa por la felicitación que había recibido de su jefa.
El segundo día había sido más aburrido habiendo permanecido sola gran parte de la mañana debido a que la editora en jefe tenía una reunión importante con unos asesores legales. Se la pasó haciendo correcciones a un nuevo libro pero esa jornada Clarise no se apareció para encaminarla con la tarea.
El miércoles había empezado muy parecido, pero se había transformado en caos poco tiempo antes de irse, justo el mismo día que tendría su cita con Frank.
—¡No puedes simplemente tomar esas decisiones sin consultar! —exclamó un señor alto y calvo de quien Margo no recordaba el nombre. Estaba segura de que tampoco se había presentado como correspondía cuando irrumpió en la oficina... al parecer una pasante no era de su importancia—. ¡Pones en juego la reputación de la editorial, además de que inviertes dinero en algo que podría ser una gran pérdida para nosotros!
Clarise Collins no se había inmutado en lo absoluto a pesar de tener a alguien gritándole en la cara sin ningún ápice de respeto. Margo había intentado mantenerse al margen lográndolo con éxito, pero claramente no podía concentrarse lo suficiente en sus tareas con aquel señor allí presente. No es que fuera una chismosa pero tampoco hablaba de forma discreta como para que ella y el resto de los empleados del piso no se enteraran de la discusión.
—Soy la editora en jefe —dio como única respuesta Clarise—. Soy quien tiene la última palabra.
—No eres dueña de la editorial.
—Por supuesto que no —aceptó—. Pero eso no significa que no esté a cargo de todo, dentro de lo cual incluye la innovación; si permanecemos únicamente con lo seguro no pasará mucho tiempo hasta que otra empresa más grande y nueva nos absorba.
—Eso es imposible —refutó el hombre, totalmente negado a aceptar aquella idea tan hilarante. Clarise lo veía desde su puesto sin cambiar un solo gesto en su rostro—. Llevamos muchísimos años en el rubro y puedo asegurar que somos los mejores; nadie podrá igualarnos ni superarnos.
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En cuerpo y alma
RomanceMargo Parryl se siente regocijada con la vida que lleva. A pesar de haber sido abandonada de bebé, encontró el amor en la maravillosa familia que la adoptó: sus padres y su hermano Henry son lo más preciado que tiene. En una época de cambios, donde...