Epílogo

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Decir que el público estalló en aplausos era tal vez un término exagerado para aquel momento específico, pero Margo lo había sentido así; la piel se le había puesto de gallina, el vello se le había erizado y casi había estado al borde de las lágrimas por la emoción. De fondo se oyeron un par de vítores estando cien por ciento segura que Beth o incluso Joanne habían sido las emisoras de tal júbilo.

Jugó con sus manos ansiosa y nerviosa mientras decenas de pares de ojos la observaban con la misma expectativa. Los había amigos, conocidos e incluso algunos que jamás había visto. Su familia había asistido, Henry entre ellos. Sus amigos más íntimos donde por supuesto estaba incluida Beth y Joanne y algunos antiguos compañeros de asignaturas de la universidad. Colegas del trabajo que en el último tiempo se habían hecho cercanos, Frank e incluso la que había sido su antigua

compañera de pasantía, Lily, aquella chica que ni siquiera compartía piso con ella pero que siempre la saludaba simpática en el ascensor y conversaban trivialidades. Había profesores y por supuesto completos desconocidos que disfrutaban de pasar su tiempo libre oyendo defensas de tesis; en algún momento ella había hecho algo parecido para conocer lo que algún día le tocaría hacer... y ese día había sido hoy.

Habían sido horas previas convertidas en un huracán de emociones que la habían arrasado por completo: nervios, ansiedad, emoción, nostalgia, felicidad y hasta tristeza se habían entremezclado. Ese día representaba el final de una etapa y el inicio de otra y estaba lista, totalmente preparada para dar aquel paso y cruzar el umbral que separaba a ambas.

Ver tanta gente dispuesta a oír su trabajo la incentivó más en vez de atemorizarla como creyó que sucedería. Las caras de sus seres queridos le brindaron su apoyo desde la distancia y no le hizo falta más para tener el valor suficiente para salir y presentar el definitivo y último trabajo que representaba tantos años de estudio, tantas noches en vela y tantas tazas de café vacías.

Fueron largos minutos de un monólogo que parecía interminable, repleto de historia, literatura, citas y explicaciones con referencias de los tres libros expuestos y el detrás de escena de cada uno contextualizándolos con sus respectivas autoras y el contexto social en que fueron escritos. Eran incalculables las veces que había ensayado en forma monótona aquella presentación, y sin embargo sus palabras transmitían la pasión que le había dedicado a su estudio y la que sentía por su carrera; no había otro adjetivo para expresar lo que la gente sentía al oírla tan enfrascada en el análisis de su tesis.

La tensión se produjo al acabar, siendo cuando los profesores que la calificarían, compuesto por un tribunal, empezaron a discutir en murmullos apagados la que sería la devolución de su tesis. Fueron tan solo un par de minutos, pero los más eternos e impregnados de incertidumbre que empezaba a carcomerla por dentro provocándole desde cosquillas hasta náuseas.

—Aprobada por unanimidad —dijo el que había sido su tutor por casi un año y que ahora también formaba parte de aquel tribunal que la juzgaba—. Felicitaciones señorita Parryl.

Su tutor sonreía orgulloso y ella no necesitó más para casi chillar de la emoción aguantándose las ganas de saltar cual niña pequeña. Lo que si no reprimió fueron las ansias de abrazar a su familia quienes más la habían acompañado en todo ese proceso que había rendido sus frutos.

Charles y Louisa fueron los primeros en recibir aquel caluroso abrazo que transmitía la felicidad y dicha de saberse una profesional con título así como también el agradecimiento por confiar en ella: no solo en su tesis, sino en cada pequeño aspecto de su vida. Los padres eran un pilar demasiado importante en la vida de cada persona, y ella podía alardear de tener los mejores.

En cuerpo y almaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora