Capítulo 13

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Había algo en el aroma a las hamburguesas que hacía que Margo se sintiera como en casa, como si nada pudiera salir mal, rodeada de calidez y hogar. Quizás era porque formaban parte del ritual de cada semana que compartía con Henry, allí donde compartían confidencias y remembranzas, donde disfrutaban de la mutua compañía sin importarles nada más que ellos; todo alrededor desaparecía y solo existían los dos.

Ya anochecía cuando arribó a la casa, donde las luces ya iluminaban la estancia de la planta baja con el color dorado que conferían las lámparas perfectamente alineadas en el techo. El lugar estaba en perfecto silencio, pero era notorio que Henry andaba por allí haciendo quien sabe qué. A Margo tampoco le interesaba inmiscuirse, no solo porque no era su costumbre, sino porque aún no sabía a ciencia cierta cómo debía actuar. Todo era demasiado reciente aún y, además de que sus encuentros con Henry habían sido escasos, estos también lo fueron breves e incómodos.

—Ya estoy en casa —gritó para que Henry en el piso superior la oyese dudando de que estuviese dormido—. Traje la cena.

Pudo oír el leve sonido de pasos arriba en la que sería la habitación de su hermano y dando por hecho de que acabaría por bajar para cenar empezó a preparar lo poco que necesitaba para la comida ya preparada. Acomodó las cosas en la barra, puso los platos, los vasos y un par de servilletas; del refrigerador sacó la cerveza para él y jugo para ella y también lo dejó perfectamente alineado con el resto de las cosas. Las hamburguesas aún estaban tibias pero prefirió calentarlas un poco antes de que Henry bajara.

Aunque todo estaba en armonía en la cocina y ella mantenía la compostura lo más que su cuerpo se lo permitía, por dentro era un manojo de nervios tan enmarañado que dudaba que pudiera acomodarlo y volverlo a la normalidad.

Siempre había creído que mantenía el control de sí misma bajo cualquier circunstancia, y siempre había sido así desde que era pequeña. Ya sea frente a exámenes, en medio de una competencia deportiva; bajo la presión de las expectativas de sus padres o incluso de la que ella misma se auto imponía. Jamás había perdido su centro, pero ahora dudaba siquiera de poder evitar que la comida se quemase.

Henry colapsaba su sistema nervioso sin proponérselo, estando presente y también durante su ausencia, y Margo temía que él pudiera notar eso; no deseaba que la viera sonrojarse ante él, mucho menos que notara el temblor de sus manos o incluso el efecto que su cercanía producía en ella.

Y a pesar de que no era lo más coherente, sí era lo que más anhelaba. Con todo su ser.

—Dudo que esas hamburguesas las hayas hecho tú —la voz grave de Henry la sobresaltó y por un instante estuvo a punto de soltar el plato en su mano. La broma había sido relajada como las que siempre hacía en ocasiones similares, pero aun así cuando Margo volteó a verlo estaba tan tenso que podía competir con la cuerda de un violín.

Esto le afecta tanto como a mí, pensó mientras una sonrisa tímida se asomaba por sus labios.

—Sabes bien que desistí de envenenarte hace mucho —bromeó de igual forma—, mis hamburguesas jamás supieron bien.

—Pero las del señor John no tienen competencia que las destrone.

El señor John era, en efecto, el dueño del local de comida rápida donde siempre compraba el almuerzo o la cena cuando no tenía muchas ganas e inspiración para ponerse manos a la obra. Vendían todo tipo de comidas, pero las pizzas y hamburguesas eran las mejores, más aún cuando ya era amiga del dueño y este tan solo con verla ya sabía cómo preparar sus pedidos.

En cuerpo y almaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora